Antonio Salgado Pérez
ansalpe38@hotmail.com

En España, jamás había tenido un combate de boxeo la repercusión y difusión que tuvo, hace unas semanas, el enfrentamiento del estadounidense Floyd Mayweather (38 años) y el filipino Manny Pacquiao (36 años) , y no en pos de una corona del peso pesado, que venía siendo lo clásico, sino del wélter. El primero, invicto en 48 combates, había sido un líder indiscutible en cinco divisiones diferentes; el segundo, era el único en la historia del pugilismo que había logrado títulos en ocho categorías distintas, desde el peso mosca al superwélter, toda una proeza, que le otorga una increíble vitola . El combate se venía fraguando hacía unos cinco años… Emilio Marquiegui, Jaime Ugarte y Manel Berdonce mostraron sus respectivos magisterios en la madrugadora narración televisiva y, en prensa, “Marca” hizo todo un alarde informativo.
Sin la ligazón del comentario obligado y apresurado; sin la pesadilla de que aquel singular linotipista estuviese pendiente de imprimir nuestra crónica, quien suscribe ha tenido ahora la oportunidad de analizar y escudriñar el citado combate con el sosiego y la atención que requería tal espectáculo.

El combate del siglo en Canarias: Sombrita-Barrera Corpas
En este mundo del boxeo ha habido muchos “combates del siglo”. Sin retroceder a otras épocas muy lejanas, recordemos que el irrepetible Cassius Clay- nos sigue sonando mucho mejor que Muhammad Alí- los tuvo, primero, con George Foreman(30.10.1974) y, luego, con Joe Frazier ( 1.10.1975) Curioso: los tres eran norteamericanos, pero sus combates fueron escenificados, el primero, en el Zaire y, el segundo , en Manila. Y en una escala más familiar, ¿Quién no recuerda aquel combate que hizo madrugar a toda España, entre el californiano Mando Ramos y el onubense Pedro Carrasco?(18.2.1972) ¿O el Pernell Whitaker- Poli Díaz “El Potro de Vallecas”? ( 27.7.1991). Pero Canarias también tuvo su “Combate del siglo”: Juan Albornoz Hernández “Sombrita” y Domingo Barrera Corpas (15.6.1968), donde se impuso el primero.

350.000 dólares por un asiento cerca del ring
Y si hemos traído a colación y recuerdo a estos dos últimos púgiles tinerfeños y paisanos ha sido porque, salvando las lógicas distancias, que ustedes, benevolentes, nos perdonarán, aquel combate, decíamos, que se celebró en nuestra mudéjar plaza de toros santacrucera, ha tenido , para nosotros, similitudes con ese otro “Combate del siglo” que tuvo como marco el MGM Gran Garden Arenas, de Las Vegas, donde es muy difícil de aceptar que se llegara a pagar , en la reventa, 350.000 dólares por un asiento cerca del ring…
En Mayweather hemos visto a “Sombrita” y, en Pacquiao, a Corpas, zurdo como el tagalo . Por esta peculiar circunstancia nos agradó la citada lid . Y nos agradó porque, por encima de todo, Mayweather respetó, durante los 36 minutos de contienda, el ímpetu de Manny y éste, la depurada técnica de su antagonista.

¿Fue el combate una decepción?
El combate, para un determinado sector de público, “no fue brillante, careció de interés, fue una decepción”, opiniones que respetamos , pero que, por supuesto, no compartimos. Para los que perseguimos con denuedo la pureza de este deporte milenario y olímpico, tenemos forzosamente que seguir aplaudiendo la inteligencia, el talento y la audacia de uno, y la intrepidez, valentía y arrestos del otro. El boxeo es un diálogo sin palabras entre dos cuerpos; en realidad, pura y exclusivamente, “conversan con su físico”, como apuntaba el díscolo pero brillante Norman Mailer.
Vamos a repetir lo archisabido: sobre el ring, lo fundamental está en que no te lleguen los impactos del contrincante. Es la regla de oro de este deporte que tuvo en el legendario Homero a su primer cronista.

Un torbellino entre el ensogado
Si en este combate, donde se unificó el peso wélter en las versiones del Consejo (CMB), Asociación (AMB) y Organización (OMB); si en la citada confrontación, decíamos, Mayweather consiguió, con escasa holgura, su victoria , se debió, entre otros detalles, a que aún conserva sus acrisoladas cualidades técnicas: precisión, dominio del combate, habilidad defensiva, cintura, juego de piernas, reflejos, velocidad…Sin embargo, Pacquiao , menguado con la edad, y aunque todavía es un torbellino entre el ensogado, basó su labor en una agresividad que no llegó a controlar como en otras ocasiones. No fue tan explosivo como antaño y su precisión no resultó óptima, pues según los especialistas que visionaron los golpes de cada púgil, y con cuatro teclas registraron los lanzados y conectados, el filipino solo impactó el 19% de los golpes que envió (81/429) y, su rival, el 34%( 148/435). Los finos catadores de este deporte de contacto saben que los golpes que puntúan son los que llegan limpios a cualquier parte de la frente o lado de la cabeza o del cuerpo por encima de la cintura. No puntúan , en definitiva, los golpes que encuentran su pared de frontón en los hombros y en los brazos.
La personificación de la ciencia pugilística
Pacquiao, que sale al ring sonriendo , porque disfruta desempeñando su arriesgada profesión, se nos antojó como un encolerizado león que se ve enjaulado; como un ciclón desatado, donde su enorme y encomiable corazón de gladiador se imponía a su osado cerebro. Excelente en ambos púgiles sus respectivas formas físicas. Jamás hizo su presencia el desfallecimiento en aquel cuadrilátero donde el “fair play” de ambos facilitó la labor del árbitro Kenny Bayless.(¿Por qué en un alto porcentaje de crónicas no se menciona el nombre del director del combate?)

Mayweather, rey del “pay per view”, es la personificación de la ciencia pugilística pues mezcla la sagacidad con la habilidad; emplea la flexibilidad de sus piernas para desplazarse y esquivar golpes, nunca para huir del antagonista. Su exceso de confianza, su arranque conservador se disipa en el transcurso de la contienda cuando contemplamos su espontaneidad y sus reflejos. Mayweather, que suele ocultar su mentón en la cuna del deltoides, está plenamente capacitado para dar espectáculo cuando él lo considera oportuno, no cuando se lo piden los espectadores y, sobre todo, esos singulares especímenes, furibundos partidarios del k.o., de las caídas, fracturas , hematomas o de que las cejas se abran como cremalleras, que todo hay en la viña del Señor. El americano es de los púgiles que duran en esta dificilísima faceta deportiva porque prefieren mantener alejados a sus rivales con directos y jabs , que entrar en la “tumba abierta” del “toma y daca”, que suele ser el preludio de esas “cejas con líneas blancas” que lucen los “peleadores frontales”, de tan brava como efímera existencia.

¿Está el boxeo de capa caída?
Bajo el haz de los focos luminosos del igualmente conocido por Hotel Casino de Las Vegas, que también sirvió de pasarela de celebridades, dos púgiles excepcionales, Mayweather y Pacquiao, protagonizaron lo eterno, las dos contrafiguras de siempre, un triunfador y un derrotado. La pericia, en esta ocasión, se impuso al coraje. La primera percibió una bolsa de 200 millones de dólares y, el segundo, 100. Cinco millones pagó la firma cervecera Tecate para que en el ring luciera su nombre y logotipo. El combate fue televisado para 150 países. ¿Por cierto, a quién hemos oído decir que el boxeo está de capa caída?