Christian Teruel
@Chris_Le_Gabach

En Destino Final, la muerte siempre encontraba el camino para dar con su víctima. No importa cuántas barreras pusiera o lo lejos que huyera, esos impedimentos solo hacían alargar la agonía de algo que tenía que pasar. Porque era el destino. Lo inevitable, que decía el Agente Smith en Matrix. Terence Crawford y Errol Spence Jr. se encuentran exactamente en ese punto. En el de encarar le pelea entre ellos y hacer frente a un destino que todos visualizábamos y creíamos, ellos incluidos, que era lo que tenía que pasar. Pero a diferencia de la película de terror juvenil, en este caso ellos no huían de ese destino ni ponían los obstáculos.

Este es un combate o más bien, El Combate, del que más se lleva hablando y esperando desde que Bud Crawford subió a peso wélter, ganando el título WBO en su primera oportunidad en esa división contra Jeff Horn en 2018. The Truth Spence Jr. ya por entonces era campeón IBF, así que el choque entre ambos aportaba más ingredientes para enriquecer un plato que de por sí ya era Estrella Michelin. Sin embargo, un pequeño detalle en forma de una frontera más amplia y brava que un océano impedía tal encuentro: la enemistad entre sus promotores.

Crawford por aquel entonces estaba bajo el cobijo de Bob Arum, mientras que Spence Jr. era y es púgil a sueldo de Al Haymon. Ambos magnates enemigos declarados, que raramente se disponen a negociar entre ellos y cuando sucede, las diferencias pueden alargar años los acuerdos (como ocurrió con el Pacquiao contra Mayweather) debido al cariz personal que entra en juego. Contando además de las distintas promotoras a su vez están ligadas a diferentes plataformas audiovisuales (Top Rank, de Arum, con ESPN y Showtime y Fox para la empresa PBC de Haymon), el pacto era tan difícil como ver a Tyson Fury bien vestido.

Por si eso fuera poco, una cadena de acontecimientos hizo que ese destino pareciera una utopía. Porque el gravísimo accidente sufrido por Errol Spence Jr. tras unificar títulos IBF y WBC contra Porter, la situación creada por la pandemia, los compromisos con aspirantes obligatorios y contractuales, lesiones, las exigencias de cada parte en las negociaciones… eran muchos clavos en el ataúd de la pelea entre dos de los mayores talentos de esta generación. No obstante, después de una brillante victoria de Crawford ante Shawn Porter y el tercer cinturón (WBA contra Ugás) conseguido por Spence Jr., parece que todo ha cambiado.

Ambos boxeadores siempre han repetido por activa y por pasiva su deseo de luchar entre sí. Y esta vez parece que el viento sopla a favor. Crawford ya ha puesto de su parte no renovando contrato con Top Rank, afirmando públicamente, y con Bob Arum sentado a su lado, que el motivo era precisamente el que este último no pudo conseguirle la disputa con The Truth. Ahora, siendo agente libre, el camino está más despejado y, además, con unos alicientes que hacen de la contienda el negocio del año: los dos invictos, todavía en su mejor forma y por todos los cinturones en juego.

Un enfrentamiento apasionante en un choque de estilos sin parangón en el boxeo actual. The Truth, al que nadie exclamaría “qué bonito lo hace” mientras lo ve pelear, es magnético a la hora de observarlo, siendo técnicamente notable a su manera. La precisión de sus jabs, la letalidad de su izquierda, su uppercuts y las cortas pero incesantes combinaciones, son un espectáculo. Todo a un ritmo sin prisa pero sin pausa con el que no para de perseguir a su rival durante los doce asaltos. Y eso si llega, porque a pesar de no despachar KO espectaculares como los que hoy podemos ver de Gervonta Davis o Naoya Inoue, su pegada no es baladí, tal y como se observa en su récord (22 KO en 28 peleas).

En defensa, hace bueno el lema de “la mejor defensa es un buen ataque”. Y es que para defenderse, lo hace atacando constantemente, acortando la distancia con esos ya mencionados jabs precisos y fajándose en la corta, creando al oponente muchas dudas y mucho dolor. Si bien, un problema que esta estrategia le trae son algunos descuidos en las contras, especialmente si no sube la mano para cubrir el ojo izquierdo, objeto de operación para reparar un desprendimiento de retina que le privó de pelear contra Pacquiao. Si bien, su enorme acierto a la hora de tomar decisiones sobre la lona lo salva en muchas ocasiones.

Por su parte, Bud domina todas las facetas dentro de un ring. Capaz de ser mortífero desde cualquier guardia, variándola si hace falta en el trascurso del combate. Usa todo el cuadrilátero para encontrar cada uno de los ángulos posibles en los que hacer daño, con el amplio repertorio de golpes que ofrece su técnica sobresaliente y que ha noqueado a los seis rivales a los que se ha enfrentado en el peso wélter. Muy rápido no solo con los puños sino también con las piernas, y si bien no es Whitaker o Floyd Mayweather Jr. defensivamente, todas las cualidades nombradas hacen que posea unas contras que castigan con severidad todos los errores de sus contrincantes. Además, sabe sufrir y no perder la cabeza si vienen mal dadas, adaptándose a cualquier situación para sacar beneficio.

Lo que marcará la diferencia son varios aspectos. Hay que ver como Spence Jr. encara la guardia zurda y el cambio constante de Crawford, sus contrataques y su capacidad de adaptarse a cualquier ritmo e incluso de establecer el que le favorezca. El de Tejas ha demostrado tener aguante y encaje, pero también es cierto que, a pesar de enfrentarse a rivales muy buenos, ninguno de la máxima dificultad y aptitudes de Bud. De la misma forma, el campeón WBO jamás ha boxeado con alguien de la calidad, el acierto y constante ritmo agresivo de Spence Jr., esto último algo que puede complicársele como cuando peleó contra Kavaliauskas. Lo que parece claro que a ninguno de los dos les ha afectado la falta de ritmo, algo destacable sobre todo en Errol Spence Jr., provocado por sus problemas de salud.

Con todo lo mencionado, es imposible no mortificarse porque no haya sucedido todavía Errol Spence Jr. contra Terence Crawford. Sin embargo, el destino quizás puso esos obstáculos para ofrecer a los protagonistas las dificultades que los ha hecho mejorar y ser más fuertes. Y a los aficionados, tener la oportunidad de disfrutarlos al más alto nivel, invictos y con todos los cinturones en juego. Y más allá de preferencias personales, con un 50% de probabilidades de victoria cada uno. Todos los componentes necesarios para afrontar de inmejorable manera lo inevitable. Hora de que, por fin, los dos boxeadores se enfrenten a su destino.