El estadounidense David Benavídez lleva mucho tiempo esperando su oportunidad para enfrentarse al campeón indiscutible del peso semipesado, Saúl Álvarez.
Parece, sin embargo, que Canelo no quiere saber nada del rival, al que en alguna ocasión pidió que se ganase el derecho a pelear con él sobre el ring. Cuando Benavídez venció el año pasado a Caleb Plant y Demetrius Andrade, el campeón mexicano echó balones fuera y, lo que es más grave, el WBC también. El Bandera Roja es campeón interino y aspirante al trono de Canelo, pero se demuestra una vez más que quien manda en el boxeo no son los organismos, sino que estos se hallan al servicio de los peleadores más influyentes y económicamente rentables.
En su eterno ánimo de contentar a todas las partes, el Consejo Mundial de Boxeo ha requerido a Benavídez que dispute otro título interino, pero esta vez del peso semipesado. En lugar de pedir a Canelo defender de una vez el título en el que además supone un combate reclamado por la afición, instan al contendiente a cruzarse con Oleksandr Gvozdyk en la categoría de superior tonelaje.
Muy enfadado se encuentra José Benavídez, padre del púgil, que estos días ponía el foco en la falta de palabra de los implicados en el asunto: “Canelo dijo que no pelearía con otro mexicano y ahora todo apunta a ello. El WBC señaló que en marzo le quitarían el cinturón si no lo defendía con su retador. Bueno, pues ya es marzo”.