José Manuel Moreno
@josemorenoco

Siempre presumió de su sangre boricua. «Cien por cien puertorriqueño» dice en su español de ocasión cada vez que le preguntan al estadounidense de Filadelfia Danny García, campeón del mundo del peso superligero WBC y WBA. Ayer era el día soñado desde que empezó en esto del mundo del boxeo profesional: pelear delante de su gente, de la tierra de sus padres. Enfrente, a priori, un rival asequible, mucho más que Erik Morales o Lucas Mathysse, víctimas en su momento de «Swift». Pero Mauricio Herrera, estadounidense en este caso hijo de mexicanos, salió bravo, más de lo que pudo calcular antes del combate el propio Danny García, que ejerció de local a todos los efectos ante su público de Bayamón, Puerto Rico. Fue una pelea seria, dura de pelar para García, que tuvo que echar mano de todos sus argumentos porque veía que si no daba el máximo, las coronas podían volar y con ello, defraudar a una afición que ahora mismo no tiene ningún campeón mundial 100 %.

La pelea no se decidió hasta los últimos asaltos, y aún así, un juez vio empate a 114, mientras que los otros dos daban la victoria al campeón por 116-114. Nadie se lo esperaba, pero sucedió así. «Fue uno de esos días que no pueden volver a ocurrir. Fue simplemente uno de esos días» decía algo apesadumbrado el padre de García tras la apretadísima pelea. «Estoy bien decepcionado. Pienso que terminé más fuerte y tuve los mejores golpes. Pienso que gané la pelea», aseguró por su parte Herrera a la conclusión de la batalla. Al fondo, muchos opinan que es un paso atrás de García, que siempre había ido a más desde que entró en la élite, y que después de esta pelea y su desarrollo, tendrá que volver a evidenciar que se merece en un futuro medirse al astro Floyd Mayweather.