Darío Pérez
@Ringsider2020
Fotos: Amanda Westcott/Showtime
El AT&T Center de San Antonio (Texas) vivió la pasada madrugada una gala organizada por PBC en la que se unificaba totalmente el peso superwélter, poniendo en juego los cuatro cinturones mundiales entre ambos contendientes.
El campeón IBF, WBA y WBC Jermell Charlo (34-1-1, 18 KO) contra el campeón WBO Brian Castaño (17-0-2, 12 KO). Tras una apertura contenida con mayor actividad para el de Buenos Aires, Charlo igualó el envite soltándose con una buena combinación coronada por un gran gancho en el segundo round. Volvió el Boxi a decantar las acciones a su favor con un tremebundo croché de izquierda al terminar el tercer asalto, espectacular, siguiendo una tendencia similar en los dos, incluso tres, siguientes, sacando más trabajo que Charlo.
El local, a veces, traía buenas manos a la ecuación, pero no parecían ser suficientes para arrancar los asaltos al bravo argentino. Cinco a dos para el campeón WBO parecía ser algo aceptado por prensa americana, británica y argentina como válido tras siete capítulos de esta trama bélica compuesta por doce. E igualmente sucedía en los siguientes rounds, Charlo siempre con la espalda cercana a las cuerdas y el corajudo argentino buscándole, lanzando más puñetazos, habitualmente mejores, muy malintencionados en su mayoría, para llegar al último tercio sin ningún género de dudas arriba con cierta comodidad en las cartulinas.
Pero el boxeo es un deporte de momentos, una disciplina de sensaciones, y Charlo demostró que las suyas estaban aún por venir: el último minuto y medio del décimo asalto fue de supervivencia para el Boxi, puesto que Charlo conectó varias precisas manos sobre él, siendo el primer momento donde se detectó claro peligro para quien aportaba solamente un cinto a los cuatro totales.
Sin embargo, como si del caballo de Espartero se tratase, la testosterona, testiculina si quieren, de Castaño, sirvió para volver a equilibrar el undécimo y penúltimo episodio, así como el último. Espectacular combate que se decidiría en las cartulinas, una decisión que se tornó dividida: 114-113 para Castaño, un terrorífico 117-111 para Charlo y 114-114, un empate que fue lo mayoritario. Nuestra tarjeta sería 116-112, permitiéndole a Castaño ser el campeón unificado que los jueces no quisieron ver.
La pelea coestelar fue un duelo en el peso ligero entre el estadounidense Rolando Romero (14-0, 12 KO) y el sueco Anthony Yigit (24-2-1, 8 KO), llamado diez días antes como reemplazo de Austin Dulay. Yigit dio en la báscula más de dos kilos por encima del peso en el que se cerró la pelea, algo excesivo para lo que se suele manejar en el boxeo, pero lógico dado que llevaba tiempo inactivo, se había planteado la retirada y solía combatir en el superligero.
Y empezó el choque sin ritmo por parte del nórdico, con carencias de distancia que no fueron decisivas por el nivel de Romero, ni mucho menos entre los mejores de la división pese a ostentar uno de los mundiales WBA. Por si fueran pocos problemas para el excampeón europeo, en el tercer asalto fue cortado por un codazo de Romero en la zona del pómulo, justo debajo del ojo. Al final del quinto round, el árbitro quitó a Romero un punto por sucesión de acciones antideportivas: codazos, movimientos de lucha libre… Pero, de forma incomprensible, no dio tiempo a Yigit a recuperarse de ellas, por lo que dio la orden de boxear a dos púgiles en desigualdad de condiciones, lo que acabó lógicamente (tras un nuevo uso del codo) en una caída del europeo tras nuevos golpes de Romero, superada con dificultades.
La pelea acabó en el séptimo, con dos nuevos derribos de Romero a Yigit, con empujones entre medias y un codazo en la caída decisiva, un árbitro pasivo y los presentes en el recinto abucheando al vencedor, flojo en lo boxístico pero avispado en lo marrullero.
La primera pelea de la parte principal del evento nos ofreció a la sensación uruguaya del peso medio, Amílcar Vidal (13-0, 11 KO), contra Immanuwel Aleem (18-3-2, 11 KO). Vidal, más grande a simple vista, salió tranquilo contra un Aleem más activo, mostrando más el estadounidense en los primeros minutos de contienda frente a un tranquilo, estudioso y maduro hispano que recibía algún golpe al cuerpo sin gran importancia. Desde el tercer parcial, y de forma más visible en el cuarto, el de Montevideo buscó mayor volumen de golpes para cambiar la tendencia; paradójicamente, al púgil más alto le interesaba la pelea en la corta distancia, por la diferencia de fuerza y pegada a su favor.
Aleem mostró enorme tolerancia al castigo, especialmente a las zonas del abdomen, resistiendo de manera increíble el sexto asalto. Fue una guerra absoluta por momentos, con buenos momentos de Aleem alentado por Ronnie Shields en rounds como el octavo, con el uruguayo en ciertas dificultades. Los diez asaltos culminaron con una atronadora, y merecidísima, ovación para los participantes, y los jueces dictando sentencia: 95-95, 97-93 y 97-93 para Amílcar Vidal, por decisión mayoritaria.