Darío Pérez
@Ringsider2020
Fotos: Ryan Hafey/Premier Boxing Champions

La velada organizada por PBC el MGM Grand de Las Vegas, Estados Unidos, resultó definitiva para coronar al mejor boxeador del mundo.

Saúl «Canelo» Álvarez (57-1-2, 39 KO) desbarató la ilusión del estadounidense Caleb Plant (21-1, 12 KO). El mexicano empezó tranquilo, estudiando al rival y no importándole ceder alguno de los capítulos iniciales de la unificación. El jab de Plant era bastante efectivo hasta que, poco a poco, la agresividad y la enorme cantidad de golpes de poder propuestos por el jalisciense fueron decantando los asaltos a su favor.

El corte del de Tennessee en el pómulo, aquel de la rueda de prensa y el cara a cara, pareció reabrirse a raíz del tercer asalto, acrecentando el dominio psicológico de Álvarez, que ocupaba casi siempre el centro del ensogado. La mitad del tiempo pactado, seis de los doce rounds, veían al tricampeón mostrándose cada vez con mayor soltura a la hora de verse intocable y sentirse más fuerte que nunca, creciendo notablemente en la pugna y desarrollando el plan de Reynoso a la perfección. Los impactos del azteca en el rostro de Plant, especialmente en forma de manos curvas, inclinaban la balanza favorablemente hacia sus intereses, pareciendo el pelirrojo ir adelante en las cartulinas cuando se encaraba el último cuarto de los asaltos convenidos en combates de título mundial.

El undécimo fue el round decisivo, porque Canelo demostró quién manda en el boxeo mundial. Arrojó a Plant a la lona tras medio minuto de tiempo contado, fruto del castigo anterior y de la suprema puntería del mejor púgil del planeta, especialmente con un gancho vertical estremecedor. El de PBC se levantó sentido, y Álvarez le remató inmisericorde con golpe tras golpe hasta que «no más», resultase en el vencedor de la pelea unificadora. Una más, otra diferente, pero el mismo final, exitoso para el de Guadalajara, ahora campeón mundial del peso supermedio en los cuatro principales organismos mundiales. Pero sigue siendo el Rey…

Después de todo el odio, el boxeo, ese deporte tan violento, el que hay que erradicar de las parrillas de televisión en abierto, el mismo al que no pueden entrar los menores en algunos puntos de España como su capital, mostró su cara real: dos adversarios abrazados durante un minuto, hablando, razonando, en caliente y con las pulsaciones rozando las doscientas por minuto, fundidos en un emocionado abrazo. ¡Qué violencia, oigan, unos bárbaros!

Elvis Rodríguez (12-1-1, 11 KO) se recuperó de su derrota contra Kenneth Sims con una gran actuación contra el mexicano Juan Pablo Romero (14-1, 9 KO). El dominicano empezó con cierta cautela, siendo la pelea igualada en los primeros asaltos, hasta que el pleito se desniveló con un paso adelante de Rodríguez en el cuarto asalto, derribando a su oponente; volvió a repetirse la historia en el quinto tras una gran contra, con lo que terminaron las acciones tras la cuenta de diez arbitral.

Rey Vargas (35-0. 22 KO) volvió tras su grave lesión con una gran actuación contra Leonardo Báez (21-5, 12 KO), mostrando estar totalmente recuperado del tiempo en el dique seco. Las puntuaciones de 100-90, 100-90 y 99-91 reflejaron la enorme superioridad del ex campeón del mundo, con variedad en sus ataques al cuerpo de Báez, que buscará en su siguiente pelea volver a saborear las mieles del triunfo a nivel global.

Como semifondo, el antiguo campeón mundial supermedio Anthony Dirrell (34-2-2, 25 KO) destruyó a Marcos Hernández (15-5-2, 3 KO) en cuatro asaltos. Ya en el primero, Dirrell estremeció a Hernández con duros crochés, pero no terminó con la pelea, como parecía. Se desarrollaron los siguientes rounds buscando el estadounidense a su rival, hasta que lo encontró con un uppercut durísimo en el cuarto episodio, produciéndose un espectacular KO como consecuencia.