Darío Pérez
@Ringsider2020

En el corazón de La Coruña se esconde un club de boxeo con alma. Es el Azteca Box, dos locales unidos por el pugilismo en los que se respiran vetustos recuerdos. No es un lugar viejo, pero el aroma al entrar recuerda a los gimnasios de Detroit o de Philadelphia, a las películas antiguas de boxeo y a tanta literatura sobre el Noble Arte que se ha escrito en los últimos ciento y pico años.

«Parece el gimnasio de Million Dollar Baby», nos dice su gerente, Luis Suárez, con una sonrisa que no abandonará durante toda nuestra estancia en sus instalaciones. Afable, con una anécdota cada paso y medio que no deja hilar conversación alguna pero enseña más que horas de boxeo por televisión, nos vemos conducidos por el corazón del Azteca: sacos, peras y demás equipamiento, un ring a un lado y combas y movimientos de boxeo, con unas decenas de alumnos, al otro; todo, rodeado de pósteres de leyendas del boxeo mundial y otros de mitos, menos conocidos por el aficionado medio, del boxeo gallego. Arriba, subiendo unas escaleras más propias de otro tipo de cine, de suspense, las oficinas que nos muestra también Luis, con alguna foto indescriptible que nos hace reír a carcajadas.

Comenzamos con la historia del lugar: «Como dice el refrán, no hay bien que por bien no venga. Yo llevaba desde 1987 en un negocio familiar del que me tuve que hacer cargo en 1992, pero debí abandonar por un problema de salud en 2005. Mi vida estaba en una disyuntiva, sin saber lo que quería o podía hacer, pero de lo poco que me motivaba a niveles altos de sacrificio era el boxeo, así que fue un poco el germen de todo esto».

Prosigue, «empezamos con el Azteca Box en 2006, en un local que nos cedió la Asociación de Vecinos ‘Los Marineros’ y un grupo de chicos, y fuimos poco a poco hasta con dos momentos clave, una decisión importante de continuar a finales de 2009 y ampliación en 2014, hasta llegar a las instalaciones actuales. Fueron muchos sacrificios, también a nivel económico; yo no podía ir con la gente, a mis 40 años, un sábado a tomar un refresco, porque no tenía dos euros, ya que hasta el último céntimo que ganaba en mis inicios lo reinvertía en el gimnasio y pagar créditos».

El sacrificio que menciona este gran aficionado al deporte (nos recibe ambos días con camisetas de equipos de las islas británicas) mereció la pena: «En nuestros inicios, nos asentamos en cuarenta alumnos, y ahora ya son más de ciento setenta. Fue todo cuestión de ser prudente, aprender de los errores y dar a la gente el mejor trato posible. Además, en otras disciplinas la gente puede negarte cosas, pero soy muy afortunado de que en el boxeo español los que más saben comparten su conocimiento con la gente, y así me he podido ir formando», comenta orgulloso, antes de presentarnos a su ayudante. «Lo que es más importante en nuestro Azteca es el grupo humano, porque gente que empezó conmigo hace quince años sigue aquí, como es el caso de quien me ayuda ahora a llevar todo, Andrés».

Se nos une así su segundo de a bordo, Andrés Valeiro, tan sonriente como su patrón, con cara de venirnos a deleitar con un monólogo. Recuerda que «si no el primero, fui de los primeros alumnos de Luis, allá por 2006. Llegué a él con 16 años, 130 kilos y el bocata de mortadela antes y después de entrenar, aún en Los Marineros. He vivido toda la evolución del gimnasio, desde cuando teníamos un ring que daba hasta miedo (dos metros y medio cada lado) a la actualidad, aunque solo hice una pelea como amateur antes de empezar como entrenador. La gané y me retiré invicto», se jacta haciendo gala de su humor.

Y, refiriéndonos a las lecciones de pugilismo que imparten, Valeiro señala que «yo me encargo más de las clases generales, sin contacto y novatos, mientras que Luis tiene que resolver toda la parte administrativa de la empresa y presta especial atención a los competidores. Tenemos seis o siete activos en este momento».

Sobre el nombre del club, Luis Suárez matiza que «se le puso Azteca porque, cuando yo era pequeño y estaban muy de moda los pesos pesados, mi padre, un gran erudito del boxeo, me decía que donde se veía más diversidad era en los pesos bajos. A partir de ahí, y ya que había muchos mexicanos, se me quedó la pasión por ellos».

Daniel Moukoko es la gran ilusión de Luis y de Andrés en este momento. De origen camerunés, los gestores del lugar tienen planeado que pueda convertirse en el primer boxeador profesional de Azteca Box. «Lo primero, tengo que dar las gracias por cómo me acogieron aquí en Coruña tras una larga travesía hacia España», recuerda un Moukoko parco en palabras y con un castellano aún en construcción.

«Los inicios aquí no fueron fáciles, pero se hicieron mejor gracias a Luis, mi entrenador, que me ofreció su mano en todos los sentidos, en lo deportivo y lo personal». Sobre lo más difícil de su nueva vida, curiosamente fue «que allí no hay oportunidades de nada, todo está cerrado y no puedes abrirte ninguna puerta, es un cambio de mentalidad. Allí es imposible cumplir tus sueños, como el mío, que me gustaría ser un campeón del boxeo».

Moukoko se fue haciendo al idioma, clima y costumbres españolas mientras probaba ese sueño que en Camerún no podía cumplir: «En Camerún toda mi familia hacía boxeo y a mí me gustaba, pero no tenía ninguna oportunidad de conseguir nada, pero aquí poco a poco ya llevo 19 combates. He aprendido mucho arriba y abajo del ring, y a mis 25 años sigo aprendiendo nuevas cosas cada día». El profesionalismo es su próxima meta: «Yo me veo preparado para dar el paso, ya las cosas dependen de mi entrenador y mi trabajo».

Daniel iba a haber combatido en la parte amateur de la velada de Noia del pasado sábado, con el Campeonato de España superwélter, pero una lesión en la mano se lo impidió, aunque no reviste gravedad. Estaremos pendientes de su futuro.