German García

La historia de los pesos pesados en la delgada línea de la cárcel y el éxito se repite con Anthony Joshua. Sin embargo, aprendió las lecciones del pasado para convertirse en una máquina de demolición en el presente. Estar tras los barrotes y evitar una condena de 10 años, ser capturado con marihuana y quedar alejado del boxeo, fueron parte de las pesadillas que vivió el hombre esculpido de hierro y forjado en la orfebrería de la calle. El mismo que hizo temblar Wembley con su furia nata y mandar prácticamente al retiro a Wladimir Klitschko.

Joshua entró en la élite del boxeo mundial de la actualidad. Es campeón de los pesos pesados de la AMB y la FIB. Primero se graduó al resistir las cornadas de Klitschko en ese sexto asalto. Se levantó después de soportar una recta al rostro, la marca del ucraniano tembló los cimientos del británico, que tan sólo un round anterior había mandado a la lona al experimentado pugilista de 41 años. Pero su verdadera maestría la consiguió en ese undécimo episodio. Reinventó la geometría del uppercut con la quijada de Klitschko y lo fulminó con sus puños de dinamita, mientras el público gritaba sin cesar y el veterano peleador tambaleaba como una campana en día de misa.

Hay hombres que nacieron predestinado a una cosa. Lo de Joshua es el boxeo. Todo su mundo antes del pugilismo se había caído como un castillo de arena. Sin embargo, la luz del oro de Londres 2012 cuando se consagró como campeón Olímpico empezó a esculpir su nombre augurando un buen porvenir. Para muchos eso es llegar a las nubes, para “AJ” como se le conoce al inglés, era simplemente el primer escalón hacia el cielo.

Obtener 19 triunfos y 19 nocauts puede decirse sencillo, pero Anthony es capaz de atravesar una pared con sus puños. Sus rivales no han sido fáciles, pero ante él son caricaturescos. El que años atrás había sido alumno de Klitschko en un campamento donde aprendió del gran campeón, la noche del sábado lo vio acostado en el ring cubierto de sangre como elemento decorativo de la función.

“Yo no pienso distorsionarme. Vivo en la misma casa y trato de aprender de mis errores”, dice un reflexivo joven de 27 años, pero que ha vivido una eternidad en el verdadero mundo. El boxeo es escape, como decía su promotor Eddie Hearn: “Es un chico malo que trata de ser bueno”. Una vez más el noble arte le abre una puerta de luz a la humanidad. Joshua pudo ser futbolista o corredor –hacía menos de 11 segundo en los 100 metros—, pero decidió ser una máquina de demolición con guantes. El boxeo vive y respira más que nunca. Tyson Fury, Deontay Wilder y King Kong Ortiz le hacen señas al de Watford.