@Ringsider2020

Abram Martínez (Dallas, 1995) es uno de los prospectos más interesantes de Norteamérica. A sus 24 años, cuenta sus ocho peleas por victorias. Para un superwélter, además, seis de ocho por la vía rápida indican que tiene pólvora en sus puños. Tras su último triunfo en noviembre ante otro joven invicto en Carson, estaba preparándose para el siguiente paso en su carrera cuando la pandemia nos sorprendió a todos. Con él hablamos sobre su vida y su boxeo.

-Buenas tardes, Abram. Muchas gracias por recibirnos, vamos a intentar que el público español te conozca un poco más. Lo primero de todo, obligatorio en estos tiempos difíciles, es preguntarte por la salud personal y de los tuyos.
-Hola, espero que se encuentren bien en estos tiempos. Aquí estamos todos bien, cumpliendo las normas a rajatabla. Y mi familia, al ser mexicana, come sano con mucha fruta y verdura, no el exceso de comida rápida que es habitual en Estados Unidos.

-Eso nos lleva a hablar de ti, de tus orígenes. Eres nacido en Dallas y resides en Nevada, pero tu nombre indica orígenes hispanos, como nos acabas de confirmar.
-Sí, soy mexicano, tanto mi madre como mi padre son cien por ciento mexicanos; nací en Texas por casualidad, mi madre visitaba a mi tía con la gestación avanzada y decidí salir (ríe). Mi padre es de origen árabe porque su familia es libanesa, se cambió el apellido a Martínez por buscar integración en el exilio. Durante la Segunda Guerra Mundial, mucha gente de su zona llegó a México; incluso hay un libro sobre mi familia y muchas otras en esta situación: “So Far from Allah, So Close to Mexico”. Finalmente, te puedo decir que volvimos a México tras mi nacimiento y pasé mi infancia entre ambos países, pero en mi casa solo se habla español.

-¿Cómo empieza tu interés por el boxeo? ¿Hay algún antecedente familiar?
-Empecé a boxear de una manera rara, con siete años. Yo era muy tímido para los deportes habituales aquí (fútbol o béisbol), y le tenía miedo a la pelota. Pero en la calle me peleaba con niños como una curiosa manera de socializar y hacer amistades. Había un muchacho mayor en el vecindario que boxeaba y nos prestaba los guantes para esas luchas, eran peleas acordadas entre chavales. Luego llegaba a casa y mi madre me decía que por qué estaba sucio, lleno de tierra, que dejase de hacer el payaso peleando en la calle… y ahora es lo que hago para vivir.

-Por lo visto, de esas peleas de niños surgió dentro de ti. ¿Cómo empiezas a entrenar?
-Claro. Por fin, al cumplir siete años me regalaron ir a un gimnasio y empecé a boxear, me clasifiqué para Silver Gloves de niños, y con 14 me metí en los Junior Olympics. Sin embargo, mi preparador me abandonó en un aeropuerto, y eso me marcó mucho. Tuve que empezar a entrenar yo solo en un sótano viendo vídeos de Sugar Ray Leonard o de Roberto Durán, mi favorito. Y así estuve cuatro o cinco años, yendo solo a los torneos porque en mi familia de emigrantes (tengo varios hermanos) las prioridades eran otras. Nunca me faltó apoyo familiar ni lo básico para vivir, pero teníamos que comer todos en la casa y dormir bajo un techo.

-¿Cómo se las apaña alguien con lo justo y sin entrenador para hacerse un nombre en este deporte, con tanta competencia donde tú vives? Cuéntanos tu carrera amateur.
-Pues mira, tuve 150 peleas amateur y varios logros. Fui a un torneo en el que peleé contra Rahim Gonzales (era número uno de EEUU entonces y ahora aspirante al oro olímpico en 2021), le tumbé dos veces… pero me dieron perdedor. Me volví a casa y pensé dejarlo, no podía boxear sin entrenador, preparándome solo en un sótano y robándome peleas. Me sentí muy solo.
Lo dejé y empecé a estudiar Microeconomía, en la universidad nadie sabía que yo boxeaba porque desconecté del todo. Pero con el tiempo, la ayuda positiva de mi madre y viendo pelear a gente, me entró el ansia. Además, recibí un e-mail con la invitación a un Olympic Trial (pruebas de selección). Fui sin equipo y allí me vio Luis Gámez, padre del entonces gran prospecto Genaro Gámez, que me dijo que me veía condiciones especiales. Me invitó a irme a California para entrenar con él. Eso fue algo bueno y no tan bueno a la vez…

-¿Por qué? ¿No era la oportunidad que buscabas?
-Pero no sabía cómo irme a California, todo en la vida es plata y no podía permitírmelo. Mi madre me apoyó, mi padre me ayudó como pudo, buscando patrocinios, y hablé con Dios para ver qué decisión tomaba. Finalmente, decidí ir a por mi sueño; vendí mi coche, mi moto, bienes materiales que no me harían falta. Dejé a mi familia y amigos por la oportunidad de entrenar en un sitio que me daría posibilidades, y con los Gámez tuve otra familia, desarrollando mis cualidades juntos. Me hice profesional con ellos y Roberto García de manejador, pero siempre hay intereses y tuvimos algunos problemas, pasaron cosas que probablemente nunca sabré.

-Con 21 años pasaste a profesionales, como dices. Pero en el año 2018, apenas tienes una pelea, lo que es raro para un chico en ascenso que necesita actividad. ¿Fue por esos problemas?
-Cambié de mánager y firmé con otro, quise un contrato de dos años a ver si las cosas iban bien, pero llegó un momento en que querían total poder sobre mi carrera y economía. Al final, esto es un negocio y cuando estás solo la gente se quiere aprovechar de ti. Por suerte, ahora he encontrado a un equipo estupendo con Ismael Salas en la esquina. Son claros conmigo, me apoyan y juntos estamos dando un paso adelante en mi carrera. No les defraudaré.

-Hemos visto alguno de tus combates, parece que te gusta medir la distancia y no ir al ataque sin control. ¿Cómo te defines en el ring?
-Mira, yo estudio al rival para ver cuándo hay que ir y sacar mi fuerza. Sería ilógico por mi parte ir con “bombazos” y que ninguno impacte al rival, así que me gusta ser inteligente y, lo principal, escuchar a mi esquina. Hay boxeadores que no lo hacen, pero tu equipo es primordial.

-Tu último combate, en noviembre, fue ante otro prospecto invicto, Rubén Rodríguez. Para ser tu primera prueba seria, la solventaste en tres asaltos con mucha solidez. ¿Cómo te sentiste?

-Me sentí bien, Salas me fue dando instrucciones y me dijo antes del tercer asalto que veía una buena ocasión, con doble jab y derecha posterior. Tomé nota y llegó el KO. Me gusta mucho escuchar a mi esquina, lo valoras más tras haber pasado tanto tiempo solo.

-¿Y el futuro? ¿Cuáles eran tus planes cuando sobrevino todo el problema de salud mundial? Hiciste un vídeo para las redes sociales del WBC recientemente “luchando contra la COVID-19”.


-Aún no estoy en posición de pedir nombres, sería rogar una oportunidad y me daría apuro, porque muchos dirían que quién soy yo. Cuando vuelva el boxeo, quiero simplemente otra pelea y ojalá pueda ir en la tele, porque la gente pediría verme más. Eso no significa que no quiera estar ante los mejores, no tengo miedo a nadie y cuando acabe mi carrera quiero decir que peleé contra todos. Imagina a la gente que puede decir “Yo gané a Chávez Sr., a Tyson, a Durán…”, mucha gente recordará a Márquez por noquear a Pacquiao.
Me gustaría mucho pelear por algún título del Consejo; no tengo prisa, pero sé que el día en que me den la oportunidad de conseguir algún cinto, la aprovecharé.

-Finalmente, ¿querrías mandar algún mensaje para la afición española?
-Nunca estuve allí, pero me encantaría. Todo el mundo del boxeo hace planes para cuando sea campeón. Yo pregunté a mi madre y ella no quiere una casa donde hacerse mayor, sino viajar. Quiere ir por todo el mundo, y mi meta con el boxeo es cumplir su sueño de conocer España, Italia y más sitios. Me encanta España, la conozco de la tele o las redes sociales, la veo hermosa, llena de vida y de colores.

-Muchas gracias por tu tiempo y por tu amabilidad. Deseamos verte pronto en el ring, será buena señal para todos, y que progreses mucho para que puedas cumplir tus sueños.
-Igual de agradecido, nos vemos enseguida.