Redacción ESPABOX

Como si los más de treinta y seis años de espera desde que la Plaza de Toros de La Malagueta acogiese por última vez una velada boxeo fuesen pocos, el reloj se adentró en la medianoche con algún bostezo entre los tendidos. El 3 de marzo de 1979, José Luis Heredia se proclamó campeón de Europa del peso superligero al derrotar a Fernando «Chino» Sánchez. Los continuadores de su legado, la Saga Heredia, consiguieron una buena entrada para una noche llamada a impulsar a Samuel Molina (32-3-1, 15 KO) más allá del Viejo Continente. Desde finales de los setenta, los cambios son incontables, como quedó reflejado con la imagen del público alumbrado con sus móviles la larga salida de «La Esencia», al son de una fusión entre el flamenco y la música tecno. Málaga busca nuevas ilusiones. Después del auge y caída del «EuroMálaga», la ciudad andaluza ha vuelto a poner sus ojos en dos de sus aficiones predilectas, como son el boxeo y la tauromaquia.

El local pisó el albero enfundado en un capote de torero como fuese un torero realizando el paseíllo. El capote de Molina no era uno cualquiera, sino el del malagueño Saúl Jiménez Fortes, quien arriesgó más allá de lo humano en el último San Isidro. Molina y Messaoudi sabían que un paso adelante en los primeros minutos podía suponerles un «revolcón» definitivo. El respeto imperó en los tres primeros asaltos, hasta que Messaoudi comprobó que su imprevisible izquierda le era suficiente para hacer, lo que a su juicio, era necesario para imponerse. La velocidad del belga se tradujo en variaciones entre la cabeza y el cuerpo del campeón, que no pudo encadenar sus manos.

La esquina local protestó al árbitro enérgicamente, al considerar que sobrevolaba el riesgo de un choque de cabezas que abocase la pelea a las cartulinas. Como la energía no se destruye, sino que se transforma, Samuel Molina puso algo más, pero la velocidad de Messaoudi era más decisiva que su superior estatura. Al alcanzarse el ecuador del combate, el aspirante jugó a esperar y desesperar. En el impasse por ver quién abría fuego, el local era el primero en avanzar, y como el torero que cita y mueve la muleta, Anass Messaoudi se limitaba a contragolpear.

El paso de los asaltos favoreció al español, que mejoró sus prestaciones y enseñó al belga que él también tiene dotes de púgil de alta escuela al cambiar de guardia. Al llegar a los asaltos de campeonato, Molina aprovechó esa marcha más para encontrar el punto secreto de la noche: el cuerpo. Anass Messaoudi dejó la sensación de tener algo más en la recámara, que se guardaba para unos asaltos posteriores. En el último round, Molina también puso más que su rival, como si supiese que estaba obligado a anotarse el duodécimo para retener el título.

Ambos equipos celebraron el triunfo a la espera del veredicto. La primera cartulina, un 114-115 a su favor, hizo que el equipo de Anass Messaoudi ya contase con incluir el cinturón azul en su maleta. Pero el idéntico 114-114 que registraron las dos restantes deparó un nulo que alarga el reinado continental de Samuel Molina en el peso wélter. Las puntuaciones también igualaron a los dos protagonistas, que con rostro serio pensaban haber hecho lo suficiente para salir vencedores.