ESPABOX
Fotografía: Esther Lin/Premier Boxing Champions

La prensa estadounidense, reconocida por su capacidad para generar expectación en las previas de un evento deportivo, se dividía en las horas previas al regreso de Manny Pacquiao (62-8-3, 39 KO). Las plumas más especializadas en boxeo pronosticaban una debacle del filipino, mientras que los medios generalistas se dejaban llevar por el aura (palabra de moda, pero que solo unos pocos, como «Pac-Man», realmente tienen) el mejor boxeador de lo que va de siglo junto a Floyd Mayweather.

Si los organismos no actuasen como lo que son, empresas privadas, Pacquiao no habría tenido la oportunidad de disputar directamente un título mundial tras cuatro años retirada. Por mucha estatua que tenga en Roland Garros, el torneo parisino no colocaría directamente en la final a Rafa Nadal, si el balear se le antojase volver a la arcilla parisina. Finalizado el combate, Pacquiao se quejó de ese mismo sistema, al decir que sentía que había ganado por «ocho asaltos a cuatro». La atmósfera generada por el asiático electrizó al MGM Grand de Las Vegas (Estados Unidos), en un duelo que en otros tiempo rozaría lo indigno para un título mundial. En juego estaba el mundial WBC del peso wélter, una corona que ha dado noches tan históricas como la victoria de Roberto Durán en Montreal sobre Sugar Ray Leonard.

Con un nivel algo superior al que ofreció cuando perdió con Yordenis Ugás en 2021, Pacquiao no deja de ser un púgil de 46 años que no gana desde hace seis años. Y al mismo tiempo, un mito viviente, como Oleksandr Usyk, que tiene un enorme corazón. Esa bravura le permitió al filipino plantar cara a Mario Barrios (29-2-2,18 KO), que naufragó en los asaltos centrales, cuando la epopeya del «Pac-Man» estaba cerca de cumplirse. Nadie podía exigirle más a Pacquiao de lo que hizo. El jab de Barrios fue demasiado para un Pacquiao, que se creció con el paso de los rounds, como si recordase al chaval que se dio a conocer en el mismo recinto en 2001 en la antesala del Javier Castillejo vs. Óscar de la Hoya.

Manny Pacquiao perdió hace años la pegada con la que ascendió categorías a golpe de nocaut. Su precisión tampoco es la de antaño, y Mario Barrios soltó el freno de mano para decantar los tres últimos asaltos, que se tornaron en decisivos. El estadounidense retuvo el título con un empate mayoritario, con unas cartulinas que reflejaron la igualdad de la pelea: un doble 114-114 y un 115-113 a favor del campeón.

«Pensé que había ganado la pelea. Fue una pelea igualada, mi oponente fue muy duro. Barrios es un peleador maravilloso. Intenté encontrar la manera de terminar la pelea», afirmó el filipino. Entre el enfado por el resultado y la satisfacción por su actuación, Manny Pacquiao declaró que «cree» que volverá a pelear y que está interesado en una revancha. “Pensé que lo había logrado, pero me quito el sombrero ante Manny, fue un honor absoluto compartir el ring con él. Lo dejamos todo en el ring. Solo cariño y respeto por Manny. Su resistencia, seguía siendo un boxeador imparable, su ritmo y ritmo… seguía siendo un peleador difícil de descifrar”, dijo Mario Barrios. El estadounidense se mostró interesado en una segunda parte, que es el mejor panorama para él, dado su mediocre nivel y las bolsas que todavía genera Pacquiao.