Antonio Salgado Pérez
ansalpe38@hotmail.com
Foto: El Diario de Tenerife

«EL ÁRBITRO, COMO PILATOS, SE LAVÓ LAS MANOS…» Génova (Italia), 9 de octubre de 1971.
Bruno Arcari vence por K.O. en el 10º asalto a Domingo Barrera Corpas (Cpto. mundial superligero WBC)

Démosle, antes que nada, un imprescindible repaso al “Código Deportivo del Boxeo” que, con respecto a la actuación del director del combate, y entre otros apartados, dice: “El árbitro podrá, con o sin aviso previo, descalificar a uno de los adversarios, o a ambos, por cualquier infracción de los reglamentos, cometida por los boxeadores o por sus cuidadores o por cualquier acto que estime irregular. Con o sin advertencia a los espectadores, el árbitro puede declarar un “no combate” si considera que los espectadores actúan de manera que puedan dañar la regularidad del combate”.

El Reglamento es convincente y clarificador. Por todo ello podemos afirmar , tras visionar exhaustivamente el combate que vamos a comentar, que el árbitro designado para dirigir el campeonato del mundo entre Bruno Arcari y Barrera Corpas (en la foto), Mr. Teddy Waltham, secretario de la Federación Inglesa, hizo ni más ni menos, lo de Pilatos: lavarse las manos… Aquellos extraños objetos, que todos vimos como llegaban de forma peligrosa al ring, constituían, para el impertérrito juez británico, algo así como inofensivas volutas de humo. Uno de aquellos chirimbolos llegó con maliciosa puntería a la espinilla del boxeador tinerfeño, éste acusó el imprevisto impacto, se agachó por el dolor y fue contado por el árbitro…
Muchas irregularidades permitió el árbitro en cuestión. Ante aquella extraña avalancha debió parar el combate y advertir enérgicamente al “respetable”. Si éste seguía con las suyas –como así ocurrió-debió dar por finalizado el combate y otorgar el “No contest”, o no combate, es decir, un match sin vencedor ni vencido por la denigrante actitud de un determinado sector de público: Pero el árbitro ya era “familiar” en Génova; ya le había dirigido al zurdo Arcari dos defensas de su título. Y escogió el camino más cómodo pero también el más absurdo: declarar perdedor a Barrera Corpas por k.o.

A muchos de ustedes-posiblemente a la inmensa mayoría-les habrá producido desagradable sorpresa la actuación de todo un campeón del mundo como Bruno Arcari, de impecable historial, de reconocida valía. Pero un campeón , por muchos méritos que atesore, no puede brillar con luz propia cuando enfrente tiene, primero, a un boxeador zocato como él y, segundo, a un púgil bullicioso, de gran combatividad y coraje desmedido. Este fue Barrera Corpas, al que en Canarias le conocemos como “El ciclón del Atlántico”
No nos ceguemos en el comentario. Todos sabemos que cuando acabó la contienda Bruno Arcari iba ganando por cierto margen de puntos. A lo largo de los diez asaltos mostró la peligrosidad de su izquierda en la corta distancia. Y pare usted de contar, porque de boxear, lo que se dice boxear, era de la misma rusticidad de nuestro compatriota.

En el tercer asalto, y en un forcejeo de cabezas, el italiano llevó la peor parte. Su superciliar derecho fue seriamente lesionado. Se le abrían al paisano ciertos horizontes de optimismo porque todos sabemos que uno de los principales hándicaps del titular universal son estas frecuentes aperturas. Pero en la siguiente etapa las cosas cambiarían radicalmente. Barrera Corpas fue cazado en el plexo solar en dos ocasiones. El tinerfeño acusó visiblemente aquellos impactos. Lo extraño de todo esto es que no doblara las rodillas. Además acentuó aún más su estado de flotamiento brindando cierto esbozo de sonrisa y una escandalosa guardia baja. Sin embargo, en el último tercio del asalto, se recuperó. El mal momento, de forma casi milagrosa, había pasado. Corpas había encajado la más peligrosa arma del titular. Y esto intranquilizó un poco al trasalpino, que, incluso, cuando sonó la campana del round golpeó a destiempo a su rival.

El quinto asalto iba a estar cuajado de incógnitas . ¿Se habría recuperado totalmente Corpas de los citados impactos en una zona tan delicada como era el plexo solar? Desde su rincón soplaron buenos consejos. Desde su esquina , Rogelio Alberto, que cuando marchó de la Isla nos indicaba su preocupación por la zona media de su pupilo, ya que había sufrido cierta inflamación hepática, le indicó que “mariposeara”, que no ofreciera batalla , que procurase alejarse de su antagonista., Y lo logró. En dicho asalto, la derecha de Corpas, que había sido positiva en los dos primeros asaltos, se mostró estática. Y su ardor combativo se convirtió en necesario estudio, en pasos cautelosos. Así pudo capear la tormenta que se le avecinaba..
El isleño, en el sexto round , ya incluso se había olvidado de aquellos malos tragos. O por lo menos quiso demostrárselo a su rival, que vio como el aspirante hasta le mostraba ciertos desplantes. Corpas se había empachado de una peligrosa confianza, que no le correspondía.

El combate, en líneas generales, no tenía ni pizca de técnica, pero sí una peculiar emoción. Ya. En el séptimo asalto, Arcari parecía un púgil dispuesto a respetar a su adversario. En dicho round apenas hubo intercambio de golpes. Lo que ya empezaba a observarse eran los “lanzamientos, no de golpes, sino de extraños objetos que el árbitro, con la mayor delicadeza y desparpajo, tiraba del ring a base de puntapiés. El ídolo local no estaba pasando por malos momentos. El ídolo local, el campeón genovés, no estaba siendo mártir de codazos, cabezazos ni golpes a los riñones. El ídolo, local, pura y exclusivamente, estaba siendo “estorbado” por un boxeador modesto; por un pugilista que en octavo asalto estuvo a punto de dar la gran sorpresa de la velada porque en dicho periodo , con precisa derecha y contundente izquierda a los flancos, se lo apuntó de cabo a rabo. Manuel Alcántara, de “Marca”, que estaba al borde del ring , dijo por televisión que aquel asalto había sido un calvario para Arcari, que se mostraba mucho más decaído que el aspirante, cuyo arco superciliar derecho ya presentaba síntomas de dramatismo. Pero…

Bruno Arcari, sacando fuerzas de flaquezas, sabiendo que su única posibilidad estaba en la precisa proyección de su gancho de izquierda, viendo como el combate tomaba un cariz muy diferente al que él había soñado, se lanzó, en el noveno asalto, abiertamente al ataque, a una “tumba abierta. Y si bien es verdad que los tres primeros golpes de dicho asalto fueron otras tantas dianas de Corpas, la realidad es que, de nuevo, Bruno Arcari flageló a su oponente, y muy seriamente, en los planos medios. El tinerfeño estaba pasando su peor calvario. Se le veía desorientado entre las doce cuerdas; con las piernas gelatinosas; en el cuerpo a cuerpo no tenía fuerzas para nada; tenía los brazos caídos; tenía, como se dice, las “piernas cortadas”. Su desfallecimiento, ese enemigo que aniquila sin avisar, era evidente.

Y llegó el décimo asalto. Y por tercera vez una milagrosa recuperación de Barrera Corpas. Es una de las cosas que más nos sorprendió de nuestro paisano ante Arcari; en encajar en tan delicada zona los constantes impactos de un campeón que siempre se ha distinguido por eso. ¿Sería aquella pasmosa recuperación la que ofuscó, contrarió y sacó de quicio a los forofos del campeón, que no contentos con la pujanza del español querían “fulminarle” a su manera?
Domingo Barrera Corpas, repetimos, estaba perdiendo la contienda. Dominó en algunos momentos pero también pasó tragos muy amargos. Cuando surgió aquel lanzamiento de tan fina como maliciosa puntería aún faltaban cinco asaltos por disputar. Quien se muestre en condiciones de emitir un veredicto final estimamos que comete pecado de imprudencia.

Sinópticamente hablando, Corpas, en Génova, fue vencido por un árbitro acomodaticio, un público fanático y un objeto volador aún no identificado…