Christian Teruel
@Chris_Le_Gabach

¿Quién es? Soy yo. ¿Qué vienes a buscar? A ti… Lo siento por los que ahora mismo tendrán en la cabeza la melodía pegadiza y empalagosa del grupo formado por los hermanos Pimpinela. Una canción que relata una relación de amor y desencuentro tan similar a la historia de la rivalidad protagonizada por Gennady Golovkin y Canelo Álvarez. Un antagonismo de idas y venidas que parece nunca acabar a pesar de no tener visos de un buen final para nadie.

El primer episodio se escribe tras dejar Canelo vacante el cinturón WBC del peso medio en 2016 luego de una defensa exitosa noqueando a Amir Khan. En la entrevista post pelea de esa noche, el mexicano invitó a subir al ring al kazajo, señalándole como su próximo rival entre eslóganes sobre la grandeza y la gloria por encima de los cinturones.

En ese momento, GGG era monarca WBA e IBF, además del aspirante número uno del organismo de la faja verde y dorada y conocido por ser un monstruo noqueador y tan evitado como el día de entrenar pierna en el gimnasio. Sin embargo, después de toda esa fanfarria, el mexicano decidió ir a por el título WBO superwélter contra Liam Smith y llevar a cabo un pleito ante Chávez Jr. en peso pactado. El bueno de Gennady tuvo que esperar su turno, primero ganando el cetro WBC que dejó libre Álvarez, ganando por KO a Brook y luego haciendo una defensa frente a Daniel Jacobs.

Después, vino toda la tramoya por todos conocida. Dos peleas muy cerradas en las que, dependiendo a quien preguntes, pudo ir para cualquier lado. Incluso hacia el nulo. La tarjeta perteneciente a la realidad alternativa de Adelaide Byrd en la primera. El positivo por clembuterol de Canelo que retrasó el rematch debido a la consecuente suspensión de seis meses del mexicano, duras negociaciones por el reparto de la bolsa, acusaciones de trampa y correr más que boxear por parte de GGG y su preparador Abel Sanchez…

Al final, separación de caminos otra vez, con un Saúl Álvarez afirmando que no quería volver a verlo porque, según él, ya lo había ganado dos veces y no era un reto. Gennady se quedaba compuesto y sin cinturones, además de con, en principio, la puerta a la revancha tan cerrada como la de Figo al trabajo de embajador del Barça.

Luego llegó DAZN en plan celestina. Con la contratación a GGG tras el megacontrato acordado con Canelo Álvarez, la plataforma tenía muchas esperanzas en cerrar la trilogía por tener a ambos bajo el mismo techo. Sin embargo, no tuvo éxito. Mientras, veíamos de nuevo a Canelo subiendo y bajando de categorías campeonando en todas ellas y a Golovkin dedicarse a ganar de nuevo el cetro IBF en supermedio. Y también se vio que, si bien GGG sigue siendo temible, la edad ya le está pesando y que incluso rechazó la trilogía, según se hicieron eco varios medios.

A pocas semanas del próximo combate de Saúl Álvarez contra Saunders, siguen constantemente preguntándolo por Golovkin. Algo que lo irrita tanto como a mí los que van escuchando música en el móvil sin auriculares. Pero, por encima de todo, hay que preguntarse, ¿de verdad compensa a alguien la trilogía? Canelo quizás está mejor que nunca, hasta el punto de que sea factible la posibilidad de ganar por KO, como él mismo amenaza. Pero también reconoce que, al tratarse de un rival lejos ya de su prime y con una edad cercana a los cuarenta años, la victoria quedaría deslucida.

Desventajas de no cumplir promesas y no dar las oportunidades a tiempo. Para el kazajo, sería su última gran bolsa y oportunidad de resarcirse de dos combates que no ganó, a pesar de que muchos vieron lo contrario. No obstante, aunque sigue pegando más duro que el mes que llega la factura del seguro del coche y la hipoteca juntas, partiría más en desventaja que nunca y con gran riesgo para su integridad física.

Por último, los aficionados pueden ver cerrado un círculo que lleva tiempo esperando completar, pero pocos lo harán con la ilusión de antes. Las circunstancias llevan a pensar que son pocas las posibilidades de que se vea una pelea tan competitiva como las anteriores. Quizás, hasta sea probable que acabe de manera similar al espectáculo brindado por Sugar Ray Leonard y Roberto Durán en su tercera pelea. En ella, ambos aburrieron a todos los presentes y acabaron siendo abucheados por los mismos, que abandonaron sus asientos sin esperar a las puntuaciones. Y es que, como seguía la canción de Pimpinela en el primer párrafo, ya es tarde…