José Manuel Moreno
@josemorenoco

Jermain Taylor (32-4-1, 20 KO) era una estrella del boxeo en la primera década de este siglo. Uno de los mejores libra por libra. El rey del peso medio, con permiso del gran Bernard Hopkins, al que venció en julio de 2005, arrebatándole las cuatro coronas en juego. Volvió a ganar al «Verdugo» en combate de revancha, convirtiéndose en la bestia negra del peleador de Filadelfia.

Acumuló 28 combates sin perder, incluido un combate nulo ante «Winky» Wright. Pero el de Little Rock (Arkansas) encontró al fin la horma de su zapato, de nombre y apellido Kelly Pavlik, que le ganó de forma contundente en dos ocasiones entre septiembre de 2007 y febrero de 2008. Y la buena estrella de» Bad Intentions» se apagó. El 25 de abril de 2009 es una fecha clave y nefasta en su carrera deportiva. En pleno festival del Torneo Super Six de tan gratos recuerdos, y con el combate en el bolsillo a los puntos, Carl Froch le noqueó a falta de 14 segundos. La historia se repitió poco después ante Arthur Abraham, de nuevo noqueado al final de la pelea, que esta vez estaba perdiendo. A partit de ahí, todo fue negativo. Se le prohibió boxear por unos problemas neurológicos y, aún más grave, visitó la cárcel, de la cual está fuera bajo fianza, por dos delitos, el segundo nada menos que por un asalto con disparos sobre un primo suyo. Pero después de 10 meses de inactividad, y con el público olvidado de él, le ha llegado de nuevo una gran oportunidad.

En la noche de hoy volverá a tener la oportunidad de ser campeón del mundo, si vence al australiano Sam Soliman (44-11, 18 KO) en el Beau Rivage Resort & Casino de Biloxi (Mississippi). En juego estará el título mundial de la IBF del peso medio. Curiosamente, Soliman es cuatro años mayor (40-36). Soliman arrebató la corona recientemente al alemán Felix Sturm. En el pesaje, celebrado ayer, Soliman dio en la báscula el tope de 72,575 kg. y Taylor, 72,484 kg.

«Todo lo malo que me podía pasar ya ha pasado» ha dicho el norteamericano, que tiene la oportunidad, si la justicia no lo impide, de una redención meramente deportiva.