García-Lara

Darío Pérez
@ringsider2020

Anoche en el T-Mobile de Las Vegas (Estados Unidos), PBC organizó una gala cuyo segundo mayor aliciente era el título del mundo WBA del peso medio. Por desgracia, el combate resultó como esperábamos y habíamos pronosticado.

El campeón Erislandy Lara (30-4-3, 19 KO), de 41 años, llevaba tan solo un asalto disputado desde 2022. El aspirante, Danny García (37-4, 21 KO), un duelo desde 2020 (y nunca como peso medio). Todo estaba servido para un combate de poca acción… y así fue. El público, para que el lector que no ha visto lo ocurrido, ya estaba abucheando al final del primer round, algo inaudito en un deporte donde se acostumbra a ver inicios de claro tanteo. Vimos parciales con el escalofriante número de cero golpes impactados por parte del retador y Lara, «El sueño americano» (apodo que anoche resultó literal, nos quedamos dormidos), hacía lo mínimo con un par de combinaciones para anotarse los 10-9 en las cartulinas.

Poco a poco, la resistencia del también veterano García se fue acabando. El hecho de no pisar ring, como reconocía tras la finalización, le penalizó mucho (además de la diferencia de tamaño, a pesar de haber pactado un peso por debajo del límite del medio). Por ello, cada golpe era una losa y las piernas pesaban hasta que se derrumbó, por mero desgaste ante un impacto más, al finalizar el noveno round.

La esquina, capitaneada por su padre, decidió que Swift fuera, efectivamente, inteligente, y no saliera a apurar tres asaltos de un pleito donde no podía remontar por un asunto muy simple: para vencer, hay que lanzar puñetazos en este deporte, que por algo se llama de contacto. Es una pena que tan bonita carrera acabe en la lona por primera vez y con esta imagen, pero el de Filadelfia tiene otra profesión, la de promotor, llamándole a gritos para seguir honrando, seguro que más que anoche, al boxeo.