Darío Pérez
@Ringsider2020

Sarah Higginson (3-0-1, 1 KO), campeona australiana del peso supermosca, volverá el próximo 3 de diciembre al ring en Perth, al Oeste de su país. Pero no hablamos de ella por esta pelea, sino por la historia que tiene detrás. Porque Higginson, en un momento crucial y emotivo a partes iguales, decidió vivir.

Higginson, de 34 años, reaccionó a la desgracia. Su padre, Stephen, falleció hace unos años a causa de la diabetes, tras haber pasado una última época de su vida muy enfermo debido a este problema. Largo, demasiado largo, fue el sufrimiento del cabeza de familia de los Higginson; eso fue lo que hizo reaccionar a Sarah, que pesaba 120 kilos por aquel entonces con su 1’55 metros de altura.

«Yo era feliz. No me importaba lo que la gente pensase de mí, igual que no me importa ahora. Pero decidí tomar medidas para que mi gente no volviese a pasar por el mismo dolor que con mi padre. No tenía diabetes, pero estaba comprando todos los boletos para ello y tenía los antecedentes familiares como para tener que preocuparme».

Hace casi cinco años de ello, y Sarah no perdió ni un minuto. Lo primero que hizo fue pedir tres meses de excedencia en el trabajo para poder centrarse en su dieta y comenzar una rutina de ejercicio físico. Se unió a un gimnasio en el que se practicaba boxeo. No se unió a las clases en un primer momento, sino que eligió trabajar por su cuenta, a su ritmo, adecuándose a la situación. Ella lo recuerda así: «No me habría sentido cómoda, no quería emparejarme con nadie a quien hacer sentir incómodo o pensar que ralentizaba su ritmo de trabajo».

Poco a poco, fue añadiendo nuevos factores a su rutina de trabajo, como ejercicios de fuerza. Así pudo ir a su primera clase de boxeo, en la que sorprendió a todos y frustró de manera enorme a su compañera de manoplas. Empezó a entrenar duro, muy duro, en dos sesiones diarias, hasta empezar a competir en nuestro deporte. Y lo hizo bien, con trece victorias en quince encuentros como amateur, siendo sus dos únicas derrotas por decisión dividida. Entrenaba en Malaga, pero lejos de Andalucía; es una zona en Perth, en la que se hizo profesional en el año 2020.

Muchos púgiles lo pasan mal para dar el peso. En el caso de Higginson, su debut en el peso minimosca (49 kg) fue todo lo contrario; su entrenador, Dale Phillips, le tuvo que decir que redujera el volumen de entrenamientos para poder llegar fuerte al combate, del peso que le faltaba.

A partir de ahí, un empate, tres victorias y título de campeona nacional. Pero eso es lo de menos. Sarah Higginson es una campeona de la vida. Nada menos que rebajó 70 kg y ahora está entregada a su pasión, el boxeo.