Antonio Salgado
ansalpe38@hotmail.com

El 17 de julio de 1965, Tenerife se permitía el lujo de celebrar en su feudo, concretamente en nuestra mudéjar plaza de toros, un campeonato de Europa de boxeo profesional, acontecimiento que, hasta aquella fecha, Madrid y Barcelona habían sido los únicos escenarios españoles en acoger tal episodio.
¿Qué aficionado boxístico, de forma muy especial, el tinerfeño, no ha oído alguna vez pronunciar el nombre, peculiar en sí, de Sandro Lopopolo? Este púgil italiano que ahora, a sus 74 años, nos acaba de abandonar para siempre , protagonizó con el tinerfeño Juan Albornoz Hernández “Sombrita” lo que se denominó “El combate del siglo en Canarias”.
Cuatro eran las empresas interesadas en organizar tal combate: la S.I.S., de Milán ; I.T.O.S., de Roma; Sabattini, de Roma; y Merialdi, de Génova .La oferta tinerfeña salió victoriosa. Sandro Lopopolo, como coaspirante oficial cobraría medio millón de pesetas. Renzo Casadei, que no necesita presentación, había trabajado mucho y bien para que este combate se llevara a cabo.
Sombrita tenía 31 años y había disputado, como rentado del ring, 60 combates; Lopopolo, con 26, había librado 37 contiendas y, como amateur, había conseguido una medalla de plata en los Juegos Olímpicos de Roma, en 1960. Como púgil profesional nunca había salido de su tierra natal, Milán.

Por aquel entonces, Vicente Gil García, médico particular del general Franco, era el presidente de la Federación Española de Boxeo e, igualmente, lideraba la European Boxing Union (E.B.U.). Vicente Gil estaba muy ilusionado en que bajo su mandato un púgil español se proclamara campeón de Europa. Tres boxeadores grancanarios, Cesáreo Barrera, Carmelo García “Gancho” y Kid Tano, bajo la experta dirección del preparador argentino “Pampito” Rodríguez, no habían tenido suerte, respectivamente, ante los italianos Bruno Visintin, Fortunato Manca y Franco Brondi, en disputa de los tronos continentales de los pesos superwelters, welters y ligero. Sandro Lopopolo era otro italiano. Había nacido, como ya hemos adelantado, en Milán el 18 de diciembre de 1939. Y en Milán acaba de fallecer.

Sombrita, al socaire del generoso mecenazgo de la familia Rodríguez López, se concentró en Tecina, un paraíso perdido en el panorama de la isla de La Gomera. Con su preparador Jorge Moreno y con dos “sparrings” de excepción, Pepe Legrá y José María Mardrazo, el púgil de Las Moraditas de Taco acrecentó, si cabía, su carismática condición física, donde el cansancio, la fatiga, nunca le habían sentenciado entre el ensogado. A Tecina se desplazaron las cámaras de Televisión Española en Canarias-único canal-, donde Jorge Perdomo, tras el visor; y Mínguez, con el micrófono, plasmaron en las pantallas isleñas la gran oportunidad que se le presentaba a aquel boxeador del denso lunar en el rostro que tantas veladas de júbilo había proporcionado a la afición española por su depurada técnica, su estilo y, por encima de todo, su proverbial elegancia combativa.
Dos días antes del combate, Sandro Lopopolo llegaba al Aeropuerto de Los Rodeos acompañado de su preparador, Steve Klaus; el ayudante de éste, Montenari Ernea y dos hermanos del púgil. Atildado, risueño, respetuoso y mostrando una faz sin un ápice de castigo, nos dijo: “ mi propósito es tajante: vencer a Sombrita. Vengo muy ilusionado porque si consigo el título podría disputar, en breve plazo, la corona mundial de los superligeros…”

La noche del combate, Ojeda, el sempiterno gerente de la plaza de toros, nos confesó: aquí hay más de ocho mil personas. No cabe ni un alfiler. Espero que el árbitro, Ben Brill, no cometa una locura y se origine un serio problema de orden público…(Y casi la arma como veremos más adelante).
Pasemos al octavo asalto. Démosle a Sandro Lopopolo su protagonismo. Luciendo una guardia hermética, acunando su barbilla con la diestra y con su izquierda pegada al corazón, Sandro, de impecable y certero crochet de derecha, llega nítidamente al mentón del tinerfeño. Sombrita queda “groggy”; sus piernas parecían de gelatina; su rostro estaba descompuesto; su mirada se tornó vidriosa. Un murmullo de desilusión inundó el recinto taurino. El italiano comprendió perfectamente su gran oportunidad y envió, al instante, dos series de la misma vitola pero de menor contundencia que el golpe inicial. Sombrita, milagrosamente, capeó aquel breve temporal. Había libado el sabor más amargo de toda su carrera boxística dada las características tan especiales de aquella lid ante un rival de escasa estatura que era capaz, como se comprobó, de conectar duros impactos, aunque su estilo tenía un sello: su forma de “caminar sobre el ring”; y por una inteligencia táctica que le permitía mantenerse siempre en la distancia.

Sombrita, frente a Lopopolo, salió victorioso. Y con un claro triunfo se había impuesto en nueve de los quince asaltos, aunque el árbitro le otorgó solo ¡un punto de ventaja!…Y se impuso más por bravura y corazón que por tecnicismo. Fue la nota que sorprendió a los miles de espectadores acostumbrados a ver ganar al paisano por la simple aplicación de su exquisita habilidad; por la eficacia de su endiablada rapidez y por la inmarchitable genialidad de su defensa. Tras el insólito veredicto- al público no se le voceó la puntuación sino la victoria-, el primero que le estrujó en el rincón fue Vicente Gil y, después, su “hermano del alma”, Pepe Legrá; y Jorge Moreno. La ovación que se oyó casi daña las ojivas del centenario coso taurino.
Sombrita era el primer púgil canario que conseguía un título de Europa. Y el primero que, junto a Lopopolo, disputaba el cetro continental de una nueva categoría, los superligeros. También se convertía en el decimotercer boxeador español en alcanzar tal galardón; le habían precedido, por orden cronológico: Antoñito Ruíz, Paulino Uzcudun, Víctor Ferrand, Luisito Rayo, Gironés, Ignacio Ara, Martínez de Alfara, Carlos Flix, Luis Romero, Young Martín, Fred Galiana y Ben Alí.
Juan Albornoz Hernández “Sombrita” ofreció el título a S.E. el Jefe del Estado. En respuesta a dicho ofrecimiento, el púgil tinerfeño recibió del Jefe de la Casa Civil del Caudillo el siguiente telegrama: “ S.E. Generalísimo me encarga le felicite por su magnífica victoria definitiva, agradeciéndole su recuerdo y ofrecimiento .Salúdale”.
Tras su combate con Sombrita, y pese a su derrota, y dada su evidente calidad, Sandro Lopopolo disputó y conquistó el título mundial de los pesos superligeros el 29 de abril de 1966, en su terruño , cuando derrotó por puntos al venezolano Carlos “Morocho” Hernández, uno de los más temidos “puncheurs” de la época, que vio como “se mojaba su dinamita” ante Lopopolo que, en su apogeo deportivo y pese a las tentadoras ofertas para trasladarse a París, siempre mantuvo la fidelidad por su Milán natal, donde ahora le ha sorprendido la muerte. Mucho antes, concretamente en enero de 1993, Sombrita, a sus 58 años, se nos había ido para siempre.

P.D.- Nuestro reconocimiento al compañero Carlos Utrilla que en su comentario sobre el combate Valery Yanchy-Andrea Sarritzu, celebrado en Rho, por el título de Europa de los pesos moscas, que conquistó el primero, y en su exhaustiva y amena crónica, nos informó sobre el fallecimiento de Sandro Lopopolo, púgil inolvidable para la afición tinerfeña. De otra manera, posiblemente, tal óbito hubiese pasado desapercibido.