Abrimos esta nueva sección de ESPABOX llamada TRIBUNA MÉDICA (dentro de la sección de Opinión), en la que destacados especialistas médicos nos ilustrarán con los temas más importantes de la medicina pugilística, con las habituales dudas de los boxeadores y aficionados. Sección coordinada por Alejandro Mejuto (Jefe de los Servicios Médicos de la Federación Española de Boxeo), junto a otros destacados profesionales, entre los que se encuentran distintos médicos de la Federación Gallega de Boxeo.

Alejandro Mejuto

La decisión de abandonar la práctica del boxeo tras haber sufrido repetidas conmociones cerebrales siempre ha sido compleja y controvertida . Lamentablemente no disponemos de recomendaciones basadas en la evidencia para ayudarnos en la toma de decisiones por lo que en ausencia de guías clínicas y documentos de consenso el buen juicio clínico y el sentido común son las principales herramientas de las que disponemos.

La primera dificultad con la que nos encontramos en cuando un deportista ha sufrido determinado número de conmociones bajo las que no subyace lesión estructural alguna, pues no disponemos de un baremo que correlacione el número  ni la intensidad de los traumatismos con cierto grado de deterioro cognitivo permanente.

Parte de lo que podríamos acuñar como neuromitología es el concepto de “three strike rule” por el cual un atleta, tanto boxeador como practicante de muchos otros deportes, es apartado por un largo periodo de tiempo tras sufrir tres conmociones consecutivas.
Esta idea data del año 1945, siendo propuesta en aquel momento por el Dr. Quigley, sugiriendo que quien haya sufrido tres episodios de pérdida de conocimiento no podría volver a competir hasta la siguiente temporada, y a pesar de no tener sustento científico esta idea perdura hasta la actualidad en la mayoría de guías de retorno a la competición tras una conmoción.  El miedo no justificado que subyacía en aquel entonces para elaborar esta regla era que repetidas conmociones cerebrales iban seguidas de deterioro cognitivo progresivo y encefalopatía crónica traumática.

Basándonos en la evidencia científica de la que disponemos hoy en día este miedo está altamente infundado ya que los estudios más recientes señalan a la carga genética como el principal factor para desarrollar encefalopatía, muy por encima de los traumatismos repetidos en sí mismos.

Uno de las médicos que más ha publicado a este respecto es el neurólogo australiano, a la vez que boxeador aficionado, Paul McCrory, quien ha analizado muchos de los estudios que hasta la fecha han pretendido relacionar conmociones cerebrales y deterioro cognitivo tanto en el ámbito del boxeo como otros deportes e incluso en accidentes de tráfico, encontrando un número nada despreciable de errores metodológicos, diagnósticos imprecisos y variables no consideradas que modificarían los resultados de dichos estudios.
Valga como ejemplo un estudio retrospectivo sobre el daño neurológico en futbolistas escandinavos que relacionó el cabeceo de la pelota de fútbol con deterioro cognitivo sin tomar en consideración factores como el consumo de alcohol o el estado previo de deterioro de alguno de los sujetos interpretados como positivos en el estudio.

Por el contrario sí disponemos de estudios, véase como ejemplo uno llevado a cabo en jugadores de futbol australiano, que desmontan la definición clásica del “síndrome postconmoción” pues el funcionamiento neurofisiológico tras una conmoción se ha normalizado en torno a los 5-10 días siguientes a la misma. Así mismo estudios llevados a cabo en ratones de laboratorio, que sufrían traumatismos durante dos horas en un número de entre 20 y 35 ocasiones, sin llegar a relacionarse la acumulación de un determinado número de golpes con la aparición de deterioro.

Sí disponemos por otra parte de larga evidencia de la llamada cascada neurometabólica de la conmoción, que consiste en alteraciones en el flujo sanguíneo y concentraciones cerebrales de glutamato, calcio, potasio y glucosa desde el minuto 0 de la conmoción hasta su normalización en los 10 días siguientes, convirtiendo al sujeto que sufre la conmoción en más susceptible de sufrir una segunda mientras estos parámetros no se normalicen.  Esto fundamenta la importancia de los periodos de descanso tras las conmociones, traducidos a nuestro deporte en combates o sesiones de sparring.

Si bien decimos que no se ha encontrado evidencia de la media exacta en la que los traumatismos se puedan traducir en deterioro cognitivo, sí podemos relacionar la encefalopatía con  predisposición genética a sufrirla. El gen de la apolipoproteina E (ApoE) se relaciona con la aparición espontánea de la Enfermedad de Alzheimer y las alteraciones en éste sí están relacionadas con un aumento del riesgo de deterioro neuronal. Polimorfismos y alteraciones en la traducción de este gen se relacionan directamente en estudios en población no deportista  con aumento de la mortalidad y gravedad de las  secuelas según revela un estudio publicado en la revista Lancet en el año 1997. Yendo más lejos, desde el año 1999 el genotipo de la apolipoproteína E-epsilon 4 se puede usar para predecir la evolución a largo plazo tras lesiones traumáticas.

Todo lo citado previamente nos sitúa en el escenario  en el que debemos de ser muy cautelosos en el manejo de los periodos de descanso, que es el principal factor modificable, ya que lamentablemente no se puede hacer nada para modificar las posibilidades que vaya a tener un deportista a padecer tanto deterioro neuronal como una miocardiopatía u otra enfermedad que tenga importante carga genética.
Añadido a esto, de cara al futuro en mi opinión cobrarán importancia las distintas herramientas y test de los que disponemos para monitorizar de forma objetiva diferentes parámetros cognitivos,  tales como HeadMinder, Concussion Vital Signs, ImPACT, King-Devick test o el RtComp y RtClin, a la hora de ayudarnos a tomar la decisión de poner punto  final a determinadas carreras deportivas.
Como resumen, a la pregunta de cuándo sería el momento de colgar los guantes podríamos responder que quien presente una exploración física y neurológica alterada, presente alteraciones en las pruebas de neuroimagen, presente un menor umbral de tolerancia a los traumatismos, un tiempo mayor de recuperación tras los mismos o demostrado deterioro en los test de función cognitiva debe abandonar la práctica del boxeo.