Antonio Salgado Pérez
ansalpe38@hotmail.com

Teleboxeo LII
Roma. 21 de septiembre de 1974. Perico Fernández venció por puntos a Tetsuro “Lion” Furuyama. Campeonato Mundial de los pesos superligeros, versión WBC.

OTRO ESMOQUIN CON ALPARGATAS DE ESPARTO

Español, sí, y con orgullo, pero nunca papanatas. Si así se crean campeones mundiales , el boxeo ya empieza a olernos a algo distinto a lo habitual. Si con estas situaciones se erige una figura y se destrona a otra, vayan al cuerno todos los reglamentos boxísticos.
Tenemos un campeón del mundo. Pero es como si nos obligaran a lucir un esmoquin con alpargatas de esparto. Hemos copiado, amables lectores de “Espabox”, lo que en estas mismas columnas vertimos hace algún tiempo con motivo del campeonato del mundo de los pesos ligeros, celebrados en Madrid, entre Pedro Carrasco y Mando Ramos. ¿Verdad que todos ustedes recuerdan aquella inaudita descalificación por parte del árbitro, mister Odubote?

La justicia boxística, marginada
Y hemos copiado dichos conceptos porque ahora, contemplando las televisivas actuaciones de Perico Fernández y Furuyama, y cuando al final oímos el resultado favorable al español nos avergonzamos ,incluso, de escribir sobre un deporte que, como en esta ocasión, el concepto de la justicia ha quedado marginado de forma ignominiosa.
Un zurdo y acreditado campeón japonés
(Permitan este paréntesis. Ambos púgiles se enfrentan como coaspirantes al título universal de los pesos superligeros, versión Consejo Mundial, que ha dejado vacante el trasalpino Bruno Arcari. Hasta la fecha, Furuyama, de 26 años, es un zurdo y acreditado campeón japonés, que ha disputado 39 combates y, con suerte adversa, intentó, en Panamá, apoderarse del fajín mundial de la citada categoría ante Antonio Cervantes, que lo retuvo según versión de la Asociación. Perico tiene 21 años y ha disputado 40 combates. Es el actual campeón de Europa de la aludida división).

Combatividad, eficacia, defensa y ataque
En el boxeo hay un baremo imprescindible; un cuarteto de normas que no se pueden saltar a la torera aunque persigamos esa “Europa Unida” que han soñado filósofos y estadistas. Este es el cuarteto: combatividad, eficacia, defensa y ataque. Ahora, si ustedes presenciaron el combate, dígannos en qué apartado se impuso el español. Les ruego me lo digan porque estamos en todo un mar de confusiones. Porque se ha otorgado un título mundial a un pugilista que durante el ochenta por ciento del combate estuvo, pura y exclusivamente, defendiéndose.
Y Furuyama, el japonés Furuyama, interpretando fielmente su papel de coaspirante, trabajó, trabajó, incansablemente durante los quince asaltos; llevó toda la iniciativa de la contienda; es decir, fue el único que se preocupó de atacar, de ir siempre hacia arriba; de combatir por llevarse a sus lares la corona universal de los superligeros.

Un “kamikaze” de constante parpadeo
Enfrente tenía a un boxeador extremadamente cómodo, que nos hizo saltar de júbilo del noveno al undécimo asalto pues , con esporádicos ataques, trajo, en contadísimas ocasiones, por el camino de la amargura a aquel “kamikaze” de tan constante parpadeo como iniciativa, que derrochando excelente poder encajador siguió, siguió en la brecha; siguió castigando planos medios y flancos, donde el maño presentaba la coraza de sus codos y antebrazos que en ocasiones frenaban el impacto mientras que en otras no podía evitarlo. Y cuando aquel golpe llegaba a destino, como si nada. Ahí es donde comprobamos las peculiares condiciones físicas del español. Un pugilista bombardeado durante quince asaltos y que apenas acuse cansancio cuando se ha dicho que” va a sus entrenamientos con varias jarras de cerveza en su estómago y polución nicotínica en sus pulmones”.

¿Fue el combate una encerrona?
No; no se puede otorgar un título mundial ofreciendo una excelente serie de golpes con eminencia de k.o. para después echarse una amplia siestecita. No se puede erigir un titular universal porque haya sido el más elegante sobre el cuadrilátero: el que haya restregado el rostro del rival con rarísimos directos, donde primero surgía el codo y, más tarde, el puño. No podemos estar contentos de un campeón que en más de una ocasión fue silbado por el público romano al comprobar éste una insoportable apatía y desgana ante una corona de tal magnitud. No se puede admitir que un hombre que haya estado en plan defensivo, que haya hecho acopio de energías no emplee éstas en los últimos minutos, en el “sprint” que todos esperábamos, en esa “tumba abierta” que le era necesaria para ganar honradamente una puntuación favorable, sin necesidad de “muletas” y “padrinos”, aunque todo esto puede que tenga su explicación si tenemos en cuenta que el combate transcurrió en el país de la mafia y ésta, con su infinito poder, ya había previsto lo acontecido, como ya anunciaba antes del combate el maestro Manuel Alcántara que aseguraba: ”Los japoneses están un poco moscas y creen que esta tesitura romana es una encerrona, asistiéndoles algunos motivos ya que Bruno Arcari renuncia al título, previo pago, si no de su importe, sí de alguna indemnización y algunas promesas. Sabatini, el promotor italiano, y Bamala, el promotor español, piensan , no sin gran perspicacia, que Perico puede hacer que todo quede en casa…”

Perico Fernández, nuestro cuarto campeón mundial
Cuidado con las ambigüedades: en Perico Fernández tenemos a un pugilista excepcional. Pero visto lo acontecido en el cuadrilátero del Palazzetto dello Sport Roma , llegará un día que nuestro Perico, sentado cómodamente en el centro del ring, por eso de vivir de rentas, seguirá ganando batallas , como las ganó el cadavérico cuerpo del Cid Campeador a lomos de su Babieca…
En fin, tenemos un nuevo campeón mundial que, repetimos, se nos antoja como vestir un esmoquin con alpargatas de esparto. Es el cuarto que registra la historia del pugilismo hispano. Los anteriores: Baltasar Belenguer “Sangchili”(1935), Pepe Legrá(1968) y Pedro Carrasco(1971).