ANTONIO SALGADO
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Miguel Velázquez, con 16 años-hoy tiene 68-debutó como púgil amateur, en Taco, en las fiestas del barrio, en el Salón España. Había empezado a entrenarse en el boxeo cuatro días antes. Y, de sopetón, le dijeron: “¿quieres boxear hoy? Es que Chinea se ha quedado, a última hora, sin rival”. Y Miguel, siempre dispuesto, dijo que sí. Y no solo ganó, entre aplausos y vítores, sino que recibió, junto a su veterano rival, la “medalla de la combatividad”. No nos podemos olvidar de aquel combate Y es que aquel jovencito nos había demostrado, en su bisoñez, el arrojo, la valentía y la calidad que le iba a acompañar en su amplia carrera boxística. Corría el verano de 1961…

Miguel Velázquez Torres nació en Santa Cruz de Tenerife, concretamente en la calle Méndez Núñez, esquina a San Francisco Javier pero, pugilísticamente, se había desarrollado en Taco, donde en sus aledaños, habían surgido púgiles de la categoría de Domino Mena, Luis Quintero o Juan Albornoz “Sombrita”, por nombrar el trío de elite.

Miguel es uno de los deportistas más sobresalientes que ha dado Canarias y, también, un gran desconocido para las nuevas generaciones. Por su currículo merece estar en la memoria colectiva de los aficionados. Campeón de España, de Europa y del Mundo en una época donde estos títulos eran muy difíciles de conseguir dada la categoría de los rivales a batir.

Olímpico y campeón mundial militar

Tras hilvanar una extraordinaria campaña en la en la parcela de amateur en encuentros internacionales ante Francia, Marruecos e Italia, acude a los Juegos Olímpicos de Tokio (1964), donde, en un discutido veredicto, fue dado perdedor ante el púgil local Yonekura. Sin embargo, en 1965, en Salamanca, conquista el título de España de los pesos ligeros y, a continuación, en Munich, se alza con el campeonato mundial militar al derrotar al turco Durto, al tunecino Adhoul, al italiano Pasotti y, en la final, al norteamericano Benson. En ese mismo año, en Berlín, representa a España en los Campeonatos de Europa.

Su inolvidable combate con Pedro Carrasco

Velázquez debuta como profesional en diciembre de 1966, en Madrid, venciendo por abandono en el segundo asalto al pucelano García Pérez. Un año más tarde, en Tenerife, conquista el título de España de los pesos ligeros al derrotar por KOT en el sexto asalto, al andaluz Yanclo II. Tal combate aún se recuerda porque el paisano, en una excepcional actuación, dio un curso de técnica, precisión y rapidez. Y este título lo revalida en cinco ocasiones ante estos rivales: Serrano II, en Salamanca; Castuera, en Palma de Mallorca; Medina, en Salamanca; Carvajal, en Sevilla y frente el grancanario Cayetano Ojeda “Kid Tano”, en Tenerife. Estos triunfos le permitieron aspirar al campeonato continental y, en su primer intento de apoderarse del título de Europa, en 1969, pierde por puntos, “por un solo punto” ,siempre nos lo recuerda Miguel, en Madrid, ante Pedro Carrasco. Pero Velázquez entra en el corazón de todos los buenos seguidores del boxeo al protagonizar una contienda que resultó inolvidable para la afición española y que, después de 44 años, aún es considerado como uno de los mejores combates jamás escenificados en España. Miguel nos matiza: “fue algo increíble, con 17.000 personas en el Palacio de los Deportes y, fuera del recinto, varios centenares al agotarse las localidades. Y dijeron que. incluso, el país se paralizó…”

Con Buchanan, el mejor combate de su vida

Un año más tarde, en idéntico escenario, Velázquez se apodera de la corona continental de los pesos ligeros al derrotar, por puntos, en un soberbio combate, al británico Ken Buchanan que luego, como Pedro Carrasco, llegó a ostentar el título mundial. Buchanan, uno de los mejores boxeadores escoceses de todos los tiempos, llegaba a la cita con 33 victorias en 33 combates, y como favorito unánime, pero el tinerfeño realizó el mejor combate de su vida. En el noveno asalto se produce el momento cumbre. Miguel lanza su derecha con valentía y precisión y el impacto es perfecto y demoledor. Buchanan, el ídolo dorado de Escocia, que no sabe lo que es caer a la lona, siente súbitamente que sus ojos se ponen turbios y sus piernas se niegan a sostenerle. Cuando toma conciencia con la realidad está con sus puños en la lona y escuchando la cuenta del árbitro. En su rincón, su padre y su manager, Eddie Thomas, tienen el corazón en la garganta. Buchanan se levanta, pero ya Miguel Velázquez tiene ganado mucho: su propia confianza. Y jamás da un paso atrás a pesar de que el escocés se esfuerza por nivelar el duelo. Ha sido un magnífico rival, un gran boxeador, digno representante de la escuela británica. Pero el árbitro se ve obligado a levantar el brazo del tinerfeño porque tres puntos a su favor se lo indican. El sueño, el hermoso sueño de un muchacho del barrio del Toscal, vendedor de periódicos y lazarillo de un ciego, cuando niño, está cumplido. Miguel es alzado en hombros. Su entrenador, el argentino “Pampito” Rodríguez se inclina en su rincón y llora silenciosamente, como nos recordó en su día Valentín Martín, en las páginas de “Marca”. El viejo “Pampito” también ha triunfado: por vez primera un pupilo suyo logra una corona europea…

“La Sombra del Diablo”

Tras el épico combate ante Buchanan, el isleño retiene el título continental ante los italianos Carmelo Coscia y Antonio Puddu, aunque este último boxeador le arrebata el fajín en Cagliari, en 1971, en combate de revancha. Esta derrota no desmerece el historial de nuestro protagonista, quien, tras recuperar el título español de los pesos ligeros en su tierra natal, donde se impuso a Jerónimo Lucas, en abril de 1975, ve como se le presenta la mayor oportunidad de su carrera pugilística.

Así, el 30 de junio de 1976, en Madrid, Velázquez se proclama campeón del mundo de los pesos superligeros, versión Consejo Mundial de Boxeo, al derrotar por descalificación en el quinto asalto al tailandés Saensak Muangsuring. Con esta victoria, el púgil tinerfeño se convirtió en el primer- y hasta ahora único- campeón del mundo que daba Canarias, aunque en octubre del mismo año, en Segovia, perdió la corona universal ante el mencionado púgil tailandés, apodado “La Sombra del Diablo”.

Nuestro paisano colgó los guantes ese mismo año tras una década como profesional, pero no quiso oxidar su innata afición en esta olímpica manifestación del músculo y se dedicó a la preparación de nuevos valores. Y, como entrenador, acompañó al equipo nacional amateur en sus giras internacionales, colaborando estrechamente con Manuel Santacruz Socas “Palenke”, oriundo de Lanzarote y preparador de la selección española en innumerables ocasiones.

Hace algunos años, Miguel Velázquez fue nombrado director de la Escuela Nacional de Boxeo y, tras una larga estancia en la capital de España, donde había fijado su residencia, retornó hace algunos años a su terruño, donde recibió un merecido homenaje de la afición tinerfeña en febrero de 2006.

Sus hijos, “mis tres victorias más resonantes”

Nuestro paisano esparció, como protagonista del ring, una técnica y una habilidad insuperable. Tuvo suerte. Trabajó mucho. Fue muy sacrificado; fue un ejemplo a seguir en el gimnasio. Tuvo inmejorables maestros, excelentes consejeros y amigos, muchísimos amigos. Miguel, que siempre fue mucho más hormiga que cigarra, que siempre se ha distinguido por su honradez y laboriosidad, ha sido un orgullo que ha atesorado Tenerife en el deporte. Y todo un caballero desde que bajó definitivamente de los cuadriláteros, donde con su talento y con su peculiar sagacidad consiguió lo que ningún boxeador canario ha obtenido hasta la fecha: ser doble campeón mundial, en la faceta castrense y como profesional del ensogado, de esa parcela donde “la furia cuadra su violencia”, como me dijo en cierta ocasión ese eximio poeta que responde por Manuel Alcántara.

Pero el más acendrado orgullo que Miguel Velázquez ha tenido en esta vida han sido sus tres hijos: María Dolores( psiquiatra), Cristina( abogada) y el benjamín, Miguel, experto en psicología aplicada a la enseñanza.”Han sido mis tres victorias más resonantes”, nos recuerda una y otra vez.

“Guantes” con Ricardo Melchior

Un récord de sesenta y siete victorias, solo cuatro derrotas y tres combates nulos convierten a Miguel Velázquez en uno de los grandes del boxeo español. Y así lo han reconocido las autoridades deportivas hispanas: el Consejo Superior de Deportes le concedió dos medallas de plata al Mérito Deportivo( en 1965, tras proclamarse campeón del mundo militar y, en 1970, a raíz de conquistar el título europeo) y una medalla de oro( en 1976, por el título mundial). Además, en el año 2005, durante su estancia en Madrid , le fue concedida por el Rey de España, la Real Orden al Mérito Deportivo. Recientemente, el Cabildo Insular de Tenerife, que preside Ricardo Melchior Navarro, le ha nombrado “Hijo Ilustre de la Isla” , galardón que le impuso – en una ceremonia tan brillante como emotiva- el mencionado Melchior que, en sus años mozos, hizo “guantes” con el mismísimo Velázquez en un popular gimnasio santacrucero.