José Manuel Moreno
@josemorenoco

Los viejos rockeros nunca «mueren». Jermain Taylor (33-4-1, 20 KO) volvió a lo grande, derrotando a los puntos por decisión unánime al cuarentón australiano (un chaval al lado de Hopkins) Sam Soliman (44-12, 18 KO). A este último le ha durado el título mundial del peso medio de la IBF exactamente cuatro meses y ocho días, pues venció al alemán Felix Sturm el pasado 31 de mayo. La pelea tuvo un antes y un después. La primera mitad, igualada, con fases favorables a ambos púgiles, aunque con mayor agresividad por parte del campeón. Pero en el séptimo round, Soliman hizo un mal gesto, lesionándose en la rodilla, justo tras caer por primera vez. Y a partir de ahí, solo su orgullo y dignidad de campeón le hizo aguantar hasta el final. Cayó a la lona en los asaltos 7,8,9 y 11. Tremendo. Casi en todas las ocasiones fueron porque su pierna derecha le dejaba al pairo de los golpes de su rival. Menuda lección de coraje dio el oceánico. Aguantó como pudo hasta el final y las cartulinas dieron la victoria, lógicamente, al norteamericano: 116-111, 115-109 y 116-109. Que Soliman es un peleador de otro tiempo quedó claro con sus manifestaciones al final del duelo: «No tengo que poner excusas, si Taylor no fuera tan bueno, le hubiera ganado a pesar de la lesión, esto es parte del deporte». A lo que replicó el nuevo campeón: «yo hubiera hecho lo mismo, en el deporte nunca hay que rendirse». En definitiva, Soliman fue algo superior en la primera mitad del combate. Y su lesión fue la clave del claro desenlace en la segunda mitad de la misma. Viendo la fiereza de ambos, desde luego, se merecen una segunda oportunidad de enfrentarse. Huele a revancha.