Antonio Salgado Pérez
ansalpe38@hotmail.com

Nota inicial aclaratoria.
Atendiendo preguntas de amables lectores formulada sobre estos espacios que hemos titulado “Teleboxeo”, tenemos que exponer que, en efecto, son las crónicas que, en su día, publicamos en diferentes periódicos de Canarias, preferentemente de Tenerife. Por aquel entonces, presenciar un combate de boxeo, por televisión y en España, no era precisamente una visión habitual. Por todo ello, en estos espacios retrospectivos, y si tenemos en cuenta que recordar es volver a vivir, ahí siguen las remembranzas, nuestros recuerdos, más o menos hilvanados, con evidentes errores y, posiblemente, con algún acierto pero , eso sí, rescatados con mucha ilusión, de aquellas épocas tan inolvidables como señeras para nosotros, para los que ya acumulamos ciertos empachos de calendarios…
Y, a continuación, el habitual y retrospectivo comentario, que es el cuadragésimo segundo de esta sección que, con el beneplácito de todos ustedes, hemos reiniciado. Muchas gracias por la deferencia.

Madrid, 17 de diciembre de 1971. Urtain vence por k.o.técnico en el 2º asalto a Jack Bodell. Campeonato de Europa de los pesos pesados.
LA AVENTURA AMERICANA DE URTAIN

¿Quién se atreve ahora a denominar tongos a los primeros y discutidísimos k.o. que cosechó este recio mocetón, que en recientes entrevistas por la televisión- y dentro de su habitual socarronería- se nos está mostrando pero que muy listo y con una simpatía sui generis?
Todos, absolutamente todos, nos hemos percatado de que cuando Urtain conecta su puño, en zona determinada, es sinónimo de hombre a la lona . Sea quien sea. El serio y erguido Jurgen Blin, que jamás había besado el encerado, fue a éste cuando Urtain le acertó. El magnífico Henry Cooper también supo de la contundencia del “morrosko”. El científico Goyo Peralta dobló sus rodillas como bisagras cuando el vasco le envió uno de sus impactos. Y ahora, Jack Bodell, del que un reputado cronista londinense dijo “este presuntuoso se merecía el castigo aunque solo fuera por no haber esperado a que acabara el himno nacional antes de ir a su esquina”.
Jack Bodell no era un privilegiado del ring . Pedro tampoco una nimiedad. Sin técnica, alardeaba de una probada pegada en sus puños, de forma especial en sus uppercuts de izquierda Pero, ¡ay!, su mandíbula era de las conocidas como “de cristal”. Y no de roca precisamente. Se pudo comprobar por la pequeña pantalla. El inglés- once centímetros más alto que el español- supo sacar partido de su envergadura. El primer round lo ganó. Urtain, con su habitual sinceridad, dijo después: “me asaba a derechazos”. Y con aquella derecha- Bodell era zurdo- pudo haber fraguado una contienda difícil para el aspirante, representado ahora por el púgil español, que había ganado el título ante el alemán Peter Weiland( k.o.7º); lo revalidó frente a otro teutón, Jurgen Blin (v.p.) y lo había perdido ante el británico Henry Cooper(k.o.t.9º)
Pero lean como reflexionó Urtain después de aquel asalto con el aludido Bodell:
“decidí hacer cintura. Entonces me di cuenta que sus puños me pasaban por encima. Entonces pensé: ¡ huy macho, vas de cráneo!. Yo estaba peleando con mentalidad de cazador. Consciente de lo que tenía que hacer: esquivar sus zurdazos y meter la derecha a romper..”
¿Vieron ustedes aquel definitivo derechazo? Urtain, atornillando sus pies en la lona, consciente que con aquella firmeza la potencia partiría de sus mismísimos talones, lanzó aquel jab de derecha que fue a incrustarse, ni más ni menos, que en la blanda mandíbula del espigado campeón. Televisión Española, ufana y orgullosa de este muchacho ,que ha encendido el cotarro boxístico, nos mostró dicho impacto por lo menos media docena de veces.. El combate no pudo verse en directo- ya saben, problemas económicos- pero nos atrevemos a afirmar que los televidentes del diferido tienen más que argumentos sobrados para calibrar opiniones con los espectadores del carísimo “ring-side”, cuya ubicación costaba cuatro mil pesetas por persona…
Todos nos hacen la misma pregunta, ¿ y ahora, Urtain, qué? Y nosotros podíamos contestarles que Urtain, de momento, ya no tiene gran cosa que hacer en el Viejo Continente. ¿Qué les dicen a ustedes los nombres de Dan Mc Alinde, Joe Burner, Dante Cane, Mario Baruzzi, Carl Gizzi, Bepi Ros, Hortz Benedents o Gerard Zech, clasificados en la actualidad como los mejores pesos pesados de Europa…?
Hoy en España con cualquiera de estos nombres, el público no acudiría a las taquillas- no hay que olvidar que pese a no ser televisado su combate con Bodell, el Palacio de los Deportes de Madrid no se llenó-, Urtain, por lo tanto, tiene que buscar nuevos horizontes.
Y se nos antoja que ya va siendo hora que se entregue a “la aventura americana”. Pero, ¡cuidado!, no para que le arruinen física y moralmente de sopetón, enfrentándose a los Joe Frazier, Cassius Clay, Bonavena y compañía. Urtain, en América, de la mano de un preparador y manager, más paternalista que crematístico, podría ir escalando, poco a poco, los sufridos peldaños que han padecido aquellos con fibra competitiva . Urtain, en el país del dólar, donde en cada esquina puede encontrarse a un peso pesado adecuado a sus limitaciones, podría reunir no solo experiencia sino buenos dividendos.
Nos aterra pensar que estas coyunturas se tomasen a la ligera. Porque aún no nos hemos olvidado de la abismal diferencia que existe entre el boxeo americano y el europeo después de haber presenciado las evoluciones de un jovencito llamado Mando Ramos ante nuestra gran figura continental, Pedro Carrasco, del que siempre hemos valorado no solo sus virtudes personales sino sus grandes dotes boxísticas, en los niveles que le corresponden.