Daniel Areces
@DArecesGlez

El producto nacional, el boxeador español, está hecho de otra pasta. Tan sólo que hay que dedicarle unos segundos a observar la hoja de ruta que separa el túnel de vestuario del cuadrilátero. Un recorrido lleno de amaneceres a las cinco de la madrugada para correr unos cuarenta minutos, una ducha y a trabajar unas ocho horas. Otra ducha, y a volver a sudar de nuevo, en ésta ocasión, en el gimnasio y haciendo diez asaltos de manoplas, cinco de saco y otros tantos de sombra. El resto del día, si es que todavía queda algo de arena en el reloj, disfruta de la vida y de la familia, porque mañana a las cinco de la madrugada, hay que volver a salir a correr. Una vez superado ese camino, llegas al cuadrilátero. Si el recorrido para llegar hasta ahí, es duro, para llegar a ser un boxeador, lo es más. Es indiferente que te llames Rubén Varón, Iván Pozo o Javier Castillejo, nadie te va a regalar nada. Cuentas con una calidad superior a la media, pero tienes que ir de seis asaltos en seis asaltos, y si tienes suerte de tener un promotor potente hasta podrás hacer ocho asaltos, para que llegue la oportunidad que tanto has sufrido, y que por otra parte, tanto mereces. En otro contexto, véase Inglaterra o Alemania, para no salirnos de Europa, esa misma oportunidad se desarrollaría como local y su protagonista, sólo se preocupa de entrenar.

“¿Trabajar? Pero cómo va a trabajar un boxeador, si tiene que entrenar”. Esa oportunidad, en más ocasiones de las deseadas, se trunca para el boxeador patrio antes de poder materializarse; una lesión de última hora, una derrota imprevista en los llamados combates de rodaje o el arrepentimiento del homónimo, convierten esa hoja de ruta en papel mojado. No ha servido absolutamente para nada. Pero si la oportunidad no se cae antes de lo previsto, hay que jugársela a una sola carta, en territorio hostil y a rezar para que los jueces sean honestos en caso de llegar a las cartulinas. Unas veces se gana, otras se pierde. Pero tanto en la victoria como en la derrota, la hoja de ruta del boxeador español, no varía. Sin olvidarnos, de que no siempre llega esa oportunidad, pero el esfuerzo y el sacrificio es el mismo como si aquella estuviera la vuelta de la esquina. El boxeador español, está hecho de otra pasta.